De relojes y muletas

En una reunión del presidente de una importante compañía, que cotiza en Bolsa, con un grupo de jóvenes emprendedores, uno de ellos se fijó en el reloj que llevaba el presidente –uno muy sencillo, sin marca conocida, con correa de caucho- y a la salida, en tono amistoso le dijo: «Perdone, pero una persona de su categoría no puede llevar ese reloj», el presidente fue rápido en la respuesta: «Te equivocas, precisamente una persona de mi categoría es la que puede llevar este tipo de reloj». Lo que le vino a decir, en otras palabras, es que tenía el suficiente prestigio personal y profesional como para ser reconocido como tal, sin necesidad de colocarse una serie de atributos externos que le identificaran como un personaje importante.

Hay muchas personas que, por su falta de consistencia interior, necesitan reforzarse exteriormente con una serie de signos que les proporcionen la solidez –mejor la apariencia de solidez- de la que carecen. Necesitan “muletas psicológicas” para poder sostener su personalidad que, sin esas ayudas externas, caería.

Empresarios disfrazados de empresarios (traje, móvil de última generación, comidas de empresa, tarjeta oro, coche de gama alta). Personajes que necesitan ser presidentes de algo, aunque sea de la comunidad de propietarios, para alcanzar una notoriedad –real o supuesta- a la que no pueden aspirar por sus méritos y hacen de la asociación o entidad que presiden un fortín personal, no una ocasión de servicio.

A veces llegan a asumir opiniones o modelos de pensamiento que, presumen, son los que deben estar acorde con su posición.

Cuidado, son personajes contaminantes, que contagian su entorno. Hay que identificarlos, aislarlos y no dejarse corromper.

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