Blancanieves y el príncipe azul

Ante una puesta de sol en el mar hay quien se extasía contemplando un espectáculo maravilloso y quien sólo es capaz de ver un fenómeno astrológico que se repite diariamente y que le puede resultar incluso molesto, porque le deja sin luz natural.

Aquí es cuando siempre hay alguien que dice eso de que “sobre gustos no hay nada escrito”. Falso. Hay mucho, y muy bueno, escrito, lo que ocurre es que, quien afirma eso, no lo ha leído. La estética es precisamente la rama de la filosofía que tiene por objeto el estudio de la esencia y la percepción de la belleza. Autores tan diversos como Platón, Kant, Hegel, Heidegger, Ortega y Gasset o Umberto Eco, se han preocupado por la belleza. El problema no es que no haya nada escrito sobre gustos, sino que hay quien no se ha preocupado de educar su gusto, su capacidad de apreciación de la belleza, de lo intrínsecamente bello. Claro que esa educación implica interés y aplicación en temas tales como la Antropología y hay quien no está por la labor, eso supone esfuerzo, es más cómodo que te den las opiniones ya elaboradas.

Esa comodidad supone un riesgo: uno termina perdiéndose lo mejor y, además, haciendo el ridículo.

El pseudofeminismo de cartel y proclama es un ejemplo claro de lo que estamos diciendo. Hace unas semanas la Junta de Andalucía convocaba una reunión de expertos -y expertas, faltaría más- sobre Ecofeminismo en la que se adoptaron decisiones tan importantes para la mujer como sustituir el término “futbolistas” por “los que juegan al fútbol” y otras perlas por el estilo. Semanas antes, desde la Secretaría de Estado para la Igualdad se habían dado las instrucciones para que cuentos como Blancanieves o la Cenicienta, fueran desterrados de las aulas porque en ellos se daba una visión de la mujer sexista y machista. Blancanieves llega a casa de los enanitos, se tiene que encargar de limpiar, lavar y cocinar para ellos y luego es salvada por un hombre, ¡cómo no!, que la besa sin su consentimiento –violencia de género- y con el que tiene que casarse y darle hijos. ¡Qué horror!

Pues si ésa es la lectura que alguien hace del cuento, él, y sus hijos, se lo pierden. Hay otra mucho más real: Blancanieves es condenada a morir por una mujer envidiosa de su belleza, que no aprecia su finura interior. El soldado encargado de llevarla al bosque y matarla, movido por la nobleza de Blancanieves, tiene piedad de ella y la deja libre. Llega a la casa de siete hombres a los que pone firmes, les hace ser ordenados, limpios, trabajadores y educados. Los lidera: es capaz de sacar lo mejor de cada uno de ellos. La madrastra la persigue y envenena. Los enanitos, agradecidos, la cuidan y atienden con cariño en la enfermedad, hasta que es liberada de su letargo por un acto de amor: el beso de un hombre que, conmovido por lo que le cuentan los enanitos, se acerca a contemplar la belleza, interior y exterior, de esa mujer. Es precisamente ese acto de amor el que la vuelve a la vida. Y fueron felices, cada uno centrado en el otro, ayudándose a mejorar como personas, unidos en un proyecto común, el de su familia.

¿Con cuál de las dos versiones nos quedamos? ¿No será que lo que falta es educación de la sensibilidad, perfeccionarse como personas, para poder descubrir la belleza de las cosas corrientes? En la empresa, como en la familia, las protagonistas son las personas.

  1. antonio v.

    ¿Pero de verdad creen las feministas y “los feministos” que así ayudan a las mujeres?. Hacen el ridículo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *