Prefiero el Paraíso

Las películas  aprovechables para la formación empresarial no tienen por qué ser exclusivamente aquellas que tienen un argumento relacionado con la empresa. Entre ésas las hay muy buenas y a las que se les puede sacar mucho partido –por ejemplo The Company Men, En busca de la felicidad, Margin Call y varias más-; pero la actividad empresarial es una actividad humana, por lo que todas las buenas películas que presenten actuaciones personales excelentes contienen una fuerte carga de sugerencias para que el empresario, o quien pretenda serlo, las pondere y aumente así su capacidad empresarial.

El próximo 30 de marzo se estrena en España una de éstas películas que, sin tener nada que ver con la empresa,  resulta de obligada visión para los empresarios, o quienes aspiren a serlo, me refiero a “Prefiero el Paraíso”.  Acabo de verla, en un pase previo, y no me resisto a comentarla. Como el argumento gira en torno a la vida de San Felipe Neri, suficientemente conocida, no hay peligro de que desvele el argumento ni el desenlace.

Desde la perspectiva de la empresa “Prefiero el Paraíso” es un delicioso manual audiovisual sobre el trabajo del emprendedor. Un animoso Felipe Neri se presenta en Roma para ser admitido como misionero por Ignacio de Loyola y enviado a las Indias. Un pequeño incidente, casual, en el que se ve envuelto y que tiene por protagonista a un pequeño ladrón, le descubre un “nicho de mercado” que va ganándole poco a poco. Se va metiendo más y más en la ayuda a los niños –también en la atención a los mayores mediante la confesión-,  llamando la atención de los guardianes de la ortodoxia del mercado –algunos miembros de la Curia Romana-, que le oponen dificultades.

Su formación no es amplia; pero su capacidad de reflexión sí: “Si no se les habla no pueden escuchar”, contesta a quien le reprocha que dedique su tiempo a intentar educar a raterillos y gentes con poca formación.  Si no explico mi oferta y la presento a mi mercado potencial, aunque aún no hayan percibido  su necesidad,  difícilmente la podrán conocer.

Tras comparecer ante el Papa llega a la conclusión de que tiene que formalizar su propuesta, crear una organización y dotarse de unas reglas. Vamos, que tiene que crear una empresa. Eso supone una decisión importante: olvidar su viejo sueño de ir a las Indias como misionero; tener la suficiente flexibilidad para adaptar sus sueños a la realidad del mercado, sin empeñarse en sacar su idea adelante a cualquier precio. “Mis Indias están aquí”,  reconoce.

Poco a poco su proyecto va tomando  forma, que sintetiza en una canción alegre y pegadiza, “Preferisco il Paradiso”, que nos va a acompañar como fondo musical durante el resto de la película.

Han pasado quince años. Parece que todo se ha encauzado y que sólo hay que seguir prestando el servicio original: educar a niños en torno al Oratorio, en un ambiente de libertad, alegría y un punto de ironía exigente.

 Pero el mercado no descansa, está en continua evolución, que afecta incluso a las empresas aparentemente sólidas. El Concilio de Trento y la Contrarreforma hacen que varíen las condiciones y que haya que replantearse de nuevo casi todo. A eso hay que añadir los problemas que van apareciendo en la organización al cristalizar ésta y tener que adecuar los colaboradores sus expectativas profesionales con las que les ofrece la empresa (como en el caso del “directivo” que se ilusiona con el desarrollo de una posible carrera universitaria, incompatible con su trabajo en el Oratorio). Una crisis que hay que resolver de forma inmediata y que se concreta en un proyecto ordenado por el papa: la  restauración de la iglesia del Oratorio. Eso supone una profunda transformación en la organización. Hay que modificar los procesos de trabajo, incorporar nuevos colaboradores, resolver crisis internas, y todo esto sin que la empresa deje de funcionar y de prestar los servicios que son su razón de ser.  Son momentos en que hay que hacer más patente el liderazgo,  que nunca se dejó de ejercer, para que no se pierda la razón de ser, la misión, de la empresa: “Impedir que el fuego se apague es cosa de líderes”,  explica en algún momento Felipe Neri.

Hay un detalle a considerar: le ofrecen una importante distinción, ser nombrado cardenal; pero la rechaza, prefiere centrarse en su empresa. Es su tarea más importante y no está dispuesto a distraer su tiempo en otras actividades más o menos honoríficas.

Aún queda por hacer algo  fundamental: el relevo en la dirección. Elegir al nuevo responsable de la empresa y transferirle la responsabilidad. Lo hace de forma absolutamente natural, sin solemnidades, en una sencilla habitación. Cuando sus colaboradores conocen que ya se ha producido el relevo la primera reacción es de dolor y desconcierto, que rápidamente se transforma en alegría cuando reconocen  que, realmente, la empresa sigue viviendo, porque su creador sigue viviendo y animándola, ahora ya desde el Paraíso, que, por cierto,  siempre fue su opción preferida.

¿Ven como no hace falta una película que aborde temas estrictamente empresariales para sacar alguna enseñanza? Las empresa son organizaciones humanas,  la calidad de la empresa será, por tanto, la de las personas que la integran. Si se quiere mejorar la empresa lo primero será mejorar a las personas. ¿Y cómo se mejoran éstas?, proponiéndoles modelos de comportamiento plenamente humanos, modelos éticos que tiendan a acercar a cada persona a la realidad de lo que es el hombre. Para eso nada mejor que acercarse, con naturalidad y buen humor, a la vida de un santo, es decir: de una persona que vivió su plenitud humana.

Una recomendación: si es empresario, vaya a verla; si es padre de familia vaya a verla, con sus hijos;  si quiere influir positivamente en su entorno y  desea tener una referencia, vaya a verla; si le preocupa la educación, vaya a verla. En definitiva: ¡vaya a verla!,  me lo agradecerá.

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