Memoria Histórica

Una buena lección de dirección la que nos brinda Martín Morales en esta viñeta. Se corre siempre el peligro de poner mucho énfasis en las grandes decisiones y descuidar el día a día.  En la empresa, a veces, ocurre lo mismo: se dedica mucho estudio y esfuerzo a una serie de decisiones que, aunque importantes,  suelen referirse a aspectos instrumentales  de la empresa, como las finanzas, operaciones u otros por el estilo; pero hay otras muchas decisiones, quizá no tan espectaculares como éstas,  que afectan  al “corazón de la empresa” (el famoso core business)  en las que hay que esmerarse mucho más,  porque en el corazón de la empresa siempre hay personas; personas a las que el directivo tiene la obligación y la responsabilidad de hacer crecer, de desarrollar. Si esto no es así, si la persona no encuentra en la empresa un ámbito de mejora y desarrollo personal, su empobrecimiento se trasladará a la organización, que sufrirá las consecuencias

Si llevamos este tema al ámbito de las relaciones familiares, mucho más intensas y decisivas, los resultados pueden ser devastadores. Vamos a pensar las cosas despacio, quizá lo más urgente no sea “ponerse estupendos”  planificando el futuro de los hijos, la organización del patrimonio familiar  u otras cuestiones por el estilo; sino de atender a los pequeños detalles de cariño en la familia, con los padres, con los hijos, entre los cónyuges: una llamada, una sonrisa, una frase tierna, una visita,  una pequeña sorpresa, …

Eso es construir empresa y construir familia. Ámbitos distintos, con necesidades y procedimientos diversos; pero con algo en común: la persona, cada persona.

 

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