¿Síndrome postvacacional?

La anécdota, no sé si cierta o no, se atribuye al Doctor Spock, pediatra norteamericano que alcanzó la fama por su propuestas de educación permisiva  que, posteriormente,  matizó bastante. Una madre angustiada le llamó para decirle que su hijo se había subido a un árbol, no quería bajar y ella   no sabía como convencerlo para que bajara, sin traumatizarlo. El Dr. Spock fue, habló un momento con el niño y este bajó rápidamente. “¿Cómo lo ha conseguido, Dr. Spock?”, preguntó maravillada la madre: “Muy sencillo, señora, le he dicho: niño, o bajas inmediatamente o te doy una bofetada”.

Me he acordado de este incidente hoy, cuando buena parte de los afortunados que trabajan se reincorporan a sus tareas y sale a relucir el síndrome postvacacional. ¿Y eso qué es?, pues la natural pereza que uno siente para reanudar su trabajo después de unos días de vacaciones. Nada que no se resuelva con un poco de fortaleza, buen humor y sentido común.

En los medios de comunicación, incluso en revistas especializadas, aparecen estos días reportajes con remedios y sugerencias para superar el temido síndrome. Técnicas de relajación, programación de actividades de transición, regímenes alimenticios, ayudas psicológicas y muchas más proposiciones que oscilan entre lo obvio y lo ridículo. Lo que subyace en todo esto es un planteamiento tremendamente inmaduro  sobre la forma de organizar la vida. El trabajo no es un odioso paréntesis entre dos periodos vacacionales en los que el horizonte se limita a no hacer nada y pasarlo bien. Es la forma de relacionarse y de contribuir al desarrollo personal y social. Trabajar, aunque sea un trabajo no remunerado, es el modo mediante el que la persona alcanza su plenitud.

Hay una relación directa entre las ocupaciones de verano y el síndrome postvacacional. La persona que durante sus vacaciones ha realizado actividades de interés –leer, viajar, desarrollar una afición, voluntariado-, con un cierto grado de exigencia personal y  sujeto a un horario flexible, vuelve de sus vacaciones bastante más feliz y descansado que quien se empeñó en no hacer nada “que no le pidiera el cuerpo”. Esto es lo que genera frustración y síndrome postvacacional.

Sorprende comprobar cuánta gente hay que no sabe aprovechar estos días  para una convivencia más intensa con los suyos. Precisamente en el mes de septiembre aumentan las separaciones matrimoniales, protagonizadas por parejas que no han sabido convivir –vivir con el otro- más a fondo, relajadamente, con tiempo para manifestar su intimidad, para hacer crecer al otro.

Bien está que a uno le cueste un poco recuperar el ritmo; pero vamos a no engañarnos disfrazando la pereza con el ropaje de síndromes o trastornos psicológicos. Si tiene síndrome tómese un café para espabilarse y planee mejor sus próximas vacaciones.

2 comentarios

  1. Eduardo Alfaro Escolar

    Totalmente de acuerdo, Ignacio. Estar ocupado en otras actividades distintas al trabajo ordinario y la compañía de familia y amigos me han ayudado a descansar de verdad. Los propósitos de seguir creciendo personal y profesionalmente es un aliciente para superar la pereza que supone la vuelta a la actividad laboral. Pero la mayor motivación en estos tiempos es tener un puesto de trabajo.
    Un abrazo.

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