Economía y desayunos


Ahora resulta que todos somos  expertos en macroeconomía. En las tertulias de media mañana, cuando se interrumpe la jornada laboral durante media hora, o más, para desayunar, se maneja la prima de riesgo, el rescate bancario y la recesión con la misma soltura y seguridad con la que se opina sobre la selección nacional de fútbol, aunque aquí la fuerza de los hechos se impone a las consideraciones personales.

Hay un matiz que casi siempre se escapa en estos “seminarios de economía” mañaneros: el hecho de que la economía es una ciencia descriptiva, no normativa. Dicho con un ejemplo: si yo empujo a una persona desde un décimo piso al vacío y ésta se mata, como es de suponer, la culpa será mía, no de la ley de la gravedad. De la misma manera, las leyes económicas son neutras,  se limitan a describir las relaciones causa-efecto. La responsabilidad de las decisiones económicas será de quien las toma, no de la economía. Lo explicó  Rothbard, discípulo y colaborador de Luwdig von Mises: «Puede que la ciencia económica sea una ciencia libre de valores morales; pero los hombres nunca estarán libres de dichos valores».

Quiere esto decir que las situaciones económicas no son ciclos fatales determinados por las leyes ciegas de la economía, sino la consecuencia de unas decisiones, acertadas o desacertadas, de quienes gobiernan y unos hábitos  de consumo y ahorro de cada familia, de cada ciudadano.

No son los Estados los que crean prosperidad, sino los ciudadanos. El mejor estado del bienestar es un trabajo dignamente pagado y una buena administración de esas rentas del trabajo por parte de quien la percibe.

Mi consejo a los tertulianos de café es que no empiecen la discusión por la prima de riesgo o las implicaciones del caso Bankia, sino explicando qué modelo de sociedad proponen; qué papel reservan a la persona; cuál a la libertad individual; en qué modelo cultural se fundamentan. El resto de opiniones, incluidas las económicas,  derivará de esa primera propuesta.

Una última aportación a la solución de la crisis: reducir, o suprimir, el tiempo dedicado al desayuno provocaría una inmediata subida de la productividad que frenaría la recesión. Inténtelo.

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