Tiro al pato

Sí, el título de este post está bien escrito, no es una errata, no hablamos del “tiro al plato”. Se trata de un nuevo deporte de riesgo (de riesgo para los patos) que, al parecer, se venía practicando en el lago de un parque periurbano en  las afueras de Sevilla, por lo que los responsables del parque han debido colocar el cartel que ven ustedes: NO TIRAR PIEDRAS A LOS PATOS.

Llama la atención que haya que prohibir lo obvio, aquello que pertenece al ámbito de la cultura o, si lo prefieren, aquello que es propio de la naturaleza humana, del derecho natural, en definitiva.  Por la misma razón habría que indicar expresamente que, en determinado bar o comercio,  está prohibido marcharse sin pagar.

El problema es que, con este planteamiento, todo lo que no esté expresamente prohibido, está permitido. Dicho de otra forma: usted puede hacer lo que crea oportuno,  sin más limitación que el que esté prohibido en esa circunstancia o lugar. Si en otro parque no hay un cartel como éste,  tiene usted vía libre para ensayar su puntería con los patos, farolas o viejecitos.

Ya sé que, llevando la casuística hasta el extremo, se engendran las mayores extravagancias; pero no es menos cierto que si no se establecen bien los fundamentos del comportamiento humano, éste se desliza a situaciones absolutamente inverosímiles, ajenas a la naturaleza propia de las personas.

La prohibición de agredir a los animales gratuitamente, o de no respetar a los demás, a la propiedad privada, o a la familia, no viene impuesta por una norma externa, de manera que si ésta falta ya estoy legitimado para actuar como quiera, viene inscrita en la misma naturaleza de las personas y es precisamente la que las dota de su condición de tales.

No es problema de carteles que vayan orientando el comportamiento puntual en cada momento, es problema de ética personal, de conocer la realidad humana y las actuaciones que conducen al perfeccionamiento  del individuo en cualquier caso o situación.  Y no estoy hablando de religión, ni de pecado; hablo de ética y de actuar de acuerdo con la naturaleza propia de cada uno. Llámenle si quieren, ecología.

¿Hay que profundizar en el conocimiento y educación de esa ética personal de la que venimos hablando? Seguramente sí; ése  debería ser quizás el objetivo de la tan traída y llevada Educación para la Ciudadanía. El problema del contenido de esta asignatura  quedó resuelto hace ya muchos años: bastaría con dar un repaso a la Ética a Nicómaco, de Aristóteles –poco sospechoso de adscripciones partidistas o confesionales- en la que explica todo esto con la suficiente claridad y rigor. Otro tema sería si la Educación para la Ciudadanía, o la Ética, debe ser una asignatura que se imparte tres horas a la semana, o una actitud permanente que debe informar todas las actuaciones personales

Una última cosa. En el estanque de este parque también hay dos cisnes. Aunque el cartel no diga nada de ellos, por favor, no les tiren piedras tampoco a los cisnes.

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