De la comunicación entre personas se habla mucho, pero casi siempre en un tono muy técnico, muy académico. Ya saben, eso del emisor, del receptor, lo del feedback y temas por el estilo. Por eso me ha llamado mucho la atención una breve reflexión de Carlos Chiclana que me ha facilitado un amigo.
Es más fácil quererse si nos conocemos, se titula. Ya por el encabezamiento se intuye que no se refiere sólo a la comunicación en la empresa, o entre vendedores y clientes, sino a la comunicación entre personas, también con la familia y los amigos.
Distingue tres niveles. El primero es la comunicación informativa. Simplemente se transmite la información objetiva, sin añadir ninguna explicación o valoración. Es la que me proporciona un catálogo, por ejemplo.
Hay otro segundo nivel: el de la comunicación racional, aquí se transmiten no sólo los hechos concretos, sino que se añade alguna consideración especulativa, reflexiva o intelectual, que amplia el contenido y comprensión de la información.
Y por último se puede intentar la comunicación profunda, en la que, junto con los datos y la explicación, se comunica lo que ésta supone emocionalmente para uno mismo. En ella, continua Carlos Chiclana, desvelo quien soy y cómo me afectan, para bien o para mal, las cosas de las que se hablan.
Este último es el nivel en el que se da el encuentro interpersonal. Querer y dejar que nos quieran, abrir la intimidad. A partir de aquí se puede establecer relaciones personales que van más allá de la simple co-existencia.
Claro que para situarse en el tercer tipo de comunicación, la comunicación profunda, hay que estar realmente interesado en el otro, sentir afecto por esa persona, tener voluntad de procurar su felicidad y su mejora.
No sólo en las relaciones familiares –en estas es imprescindible-, también en las relaciones profesionales habrá que procurar, con la debida prudencia, ir avanzando en los niveles de comunicación, como expresión del interés hacia la otra persona.
Deja una respuesta