Capacidad de adaptación

         

        Se supone que es una cualidad innata en el ser humano; pero a veces parece como si esa cualidad faltara, especialmente en algunos empresarios. Elaboran un proyecto ideal, pero cuando tratan de ponerlo en marcha la realidad suele invadir sus sueños: el producto, o servicio, ofertado no tiene la aceptación que él previó; el mercado objetivo es distinto del que pensó; el proceso de producción que diseñó no es operativo, y así van surgiendo una serie de dificultades ante las que sólo caben dos posturas: la primera, tan estéril como peligrosa,  es aferrarse a su proyecto negando la realidad. Es la vía más segura al fracaso.  La segunda consiste en  saber adaptar el proyecto a la realidad del mercado, no empeñándose en ir en su contra, salvando lo esencial del proyecto e incorporando al mismo todo lo que el mercado me va sugiriendo.

            Esto no significa no tener ideales, ni defender mi idea de negocio: todo lo contrario, supone el saber encontrar el camino adecuado para conseguir mis objetivos, perfilando  esos objetivos en su contacto con la realidad.

            Aconsejo una película reciente que puede dar alguna idea en este sentido: La extraña vida de Timothy Green, una película Disney. El argumento es sencillo: un matrimonio joven tiene puestas todas sus ilusiones en el hijo que sueñan tener. Habían  previsto y escrito qué aficiones iba a tener, qué iba a estudiar,  cómo se iba a comportar. Todo estaba decidido al milímetro. Su hijo iba a ser la realización de un proyecto personal planificado hasta el último detalle.  Entonces reciben la noticia de que no van a poder tener hijos. Precisamente en esos momentos es cuando una noche aparece en el jardín de su casa un niño de unos doce años, que va cumpliendo, una a una todas las expectativas de los padres.

            Pero eso no supone que, a partir de ese momento, los sorprendidos padres se dediquen únicamente a disfrutar de su hijo. Descubren que no son ellos los “creativos” de la increible historia. La vida es un don, lleno a su vez de dones, y la sabiduría está en acogerlos y aceptarlos sin pretensiones; en saber acomodar mis expectativas a la realidad.

            Decía Chesterton –autor impagable de citas- que cuando deja de creerse en Dios se  termina creyendo en cualquier cosa. También en el mundo de la empresa, cuando no se tienen las ideas básicas muy claras, se termina  gestionando cualquier negocio.

            Ideas muy claras respecto a los objetivos de  mi empresa y la forma de gestionarlas –eso que los estudiosos llaman la misión, la visión y los valores de la empresa-, pero tremendamente flexibles en la manera de hacerlo en cada caso, según el mercado me vaya demandando

  1. Daysi Avilés

    Estimado don Ignacio, super artículo. Lo enviaré a mi Equipo de trabajo, aplica para nuestra vida profesional pero también para la personal. Gracias por compartir sus reflexiones.

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