Hace ya años se puso de moda utilizar algunas películas como material didáctico par la formación de empresarios. La idea no es mala; pero el abuso que se viene haciendo de la misma empobrece los resultados. Hay varios libros –de calidad muy desigual- en el que se recogen cientos de películas que se proponen para ilustrar determinadas áreas de la dirección empresarial.  No me parece mal, insisto; pero creo que no son muchas las películas de las que se pueden extraer enseñanzas válidas para la dirección empresarial y éstas, además, casi nunca hacen referencia a temas directamente relacionados con el mundo de la empresa, sino con los valores humanos.
            Por citar algunas: “Un hombre para la eternidad”, de Fred Zinnemann, en la que se pone de manifiesto el sereno liderazgo que surge del mantenimiento de unos principios definidos y firmes. “Ciudadano Kane”, de Orson Welles, que expone la futilidad de la vida, el valor de la sencillez y la importancia de constituir un legado que transmitir a las  generaciones siguientes. “El hombre tranquilo”, John Ford, que contrapone dos modelos de liderazgo: agresivo,  pendenciero y descontrolado uno; el otro de una enorme energía contenida y encauzada, que sólo se desborda en el momento necesario. Películas, en definitiva, que tienen poco que ver con la inmediatez de la gestión empresarial.
A éstas acabo de añadir una que va en la misma línea: “Encontrarás Dragones”, de Roland Joffé. Nada más alejado del mundo de la empresa, en principio, que el argumento de esta película, con dos historias paralelas, dos formas de encarar la vida, la de los dos protagonistas, en los momentos difíciles de la Guerra Civil española. Uno, San Josemaría, los afronta desde el perdón, el otro, Manolo Torres, desde el rencor.  El primero es consciente de que el perdón no arregla el pasado; pero prepara un futuro mejor. El segundo  se encierra en sus rencores, que le van llevando a un callejón sin salida.
En la empresa, como en cualquier otra faceta de la vida, se encuentran dragones, en forma de fracasos, traiciones o reveses. Lo que distingue  a unos empresarios de otros es la forma de abordarlos. Los hay que, ante un problema, antes que una solución buscan un culpable –real o ficticio- en el que descargar su frustración-. Incapaces de reconocer sus limitaciones, o las que imponen las circunstancias, se rebelan contra todo y contra todos, hundiéndose, cada vez más, en su fracaso. Nunca han sido capaces de enfrentarse a las dificultades –grandes o pequeñas-  de la vida. No tienen recursos para enfrentarse al sufrimiento, a la adversidad.  No entienden que lo importante no son los fracasos –inevitables- sino la forma de enfrentarse a ellos y que ésto exige una considerable fortaleza interior que se adquiere con el ejercicio cotidiano de los valores personales, lo que Aristóteles llamaba virtudes humanas.
Pero hay más. La película habla de la libertad para elegir que caracteriza a las personas. El empresario es muy libre de tomar, en cada momento, las decisiones que entienda como mejores para su empresa; pero con cada decisión ha de ir asumiendo también la responsabilidad de las consecuencias que de esa decisión se deriven. Esa es la grandeza de la libertad.
Y una última lección: estar permanentemente centrado en los demás, en los skateholders, para utilizar la jerga empresarial. En palabras del director, Roland Joffé, «el vacío que deja la ausencia de amor lo rellenan el miedo el odio y la desesperación». En términos de empresa: o estoy centrado en clientes y proveedores,  invirtiendo el organigrama y los procesos si es necesario, o esos clientes y proveedores  se convertirán en enemigos  de los que defenderse.
Hay más ideas aprovechables: la dirección como servicio frente a la dirección como simple detentación del poder; el respeto a los demás, aunque sus opiniones discrepen de las mías; la capacidad de rectificar, que no humilla sino que engrandece a los directivos; la importancia de fijar los objetivos y trabajar por ellos, y algunas más.
Un detalle curioso. He repasado bastantes críticas sobre la película, casi todas utilizan el sistema de estrellas para resumir su valoración -ya saben, de una a cinco estrellas- y apenas hay valoraciones intermedias, la mayoría son cinco estrellas y las que no,  sólo la califican con una. Es decir: que no deja indiferente a nadie.
Si es empresario vaya a verla. Es más barata que un MBA y le dará muchas claves para la dirección de su negocio.
13.04.11

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