Seguro que recuerdan la fábula de Iriarte, ésa en la que dos conejos perseguidos por unos perros, se paran a discutir sobre si sus acosadores son galgos o podencos, en lugar de centrarse en poner tierra por medio. El final ya lo conocen: mientras discutían llegaron los perros y los cazaron.

Ahora estamos igual: no hay crisis, hay desaceleración; no, es un cambio de ciclo; bueno, pero la culpa es del petróleo. Y mientras el paro crece, el superávit se esfuma, el consumo cae y las empresas entran en barrena. ¿Y si en lugar de perdernos en discusiones semánticas nos centramos en tratar de salvar las empresas, cada empresa?

Hemos comentado ya en estas páginas que una de las debilidades de las pymes es que suelen estar centradas casi exclusivamente en producción y ventas, que son dos procesos fundamentales, pero no los únicos. Mientras la economía va bien, la empresa va tirando, sin que se noten demasiado sus carencias; pero cuando vienen las épocas difíciles, se ponen de manifiesto todas las debilidades.

Lo primero que se le ocurre al empresario es reducir gastos. Dicho así suena bien, incluso parece imprescindible; pero antes habría que ver qué gastos se van a reducir. De la misma manera que una empresa de transportes no debería reducir gastos en combustible, hay otras áreas en las que, en tiempos de crisis, no sólo no hay que reducir sino que, incluso, se debería aumentar el gasto.

Es el momento de profesionalizar una serie de procesos a los que, a lo mejor, no se les había dedicado suficiente atención. Por ejemplo los modelos de contratos de venta. Muchas empresas funcionan con contratos “heredados” de una empresa amiga, o con un “corta y pega” sacado de no se sabe muy bien dónde. Ahora vienen los problemas: cláusulas imprecisas que permiten al cliente aplazar, o incluso eludir, el pago de la deuda. Otro ejemplo: la negociación con bancos siempre se hacía sobre la marcha, según iban surgiendo las dificultades o las necesidades, sin un presupuesto de tesorería que permitiera anticipar las necesidades y negociar con tiempo. Las liquidaciones trimestrales de IVA o el pago de las retenciones suele ser una desagradable sorpresa (¿…“y de dónde saco yo ahora ese dinero?”), cuando es uno de los pagos más previsibles tanto en la fecha como en la cuantía.

Cuando los deportistas van a acometer un esfuerzo importante –y de eso acabamos de tener un estupendo ejemplo en la Eurocopa- se preparan en todos los aspectos: físico, táctico, alimentación, masajes, hasta psicólogos. Nada se deja a la improvisación. Las empresas van a jugar la final de un campeonato en el que lo que está en juego no es una copa, sino su supervivencia. Es el momento de hacer una revisión a fondo. Mercantil: comprobar escrituras, libro de actas, libro registro de socios, vigencia de los administradores, depósitos de cuentas, situación de las marcas y, en su caso, las patentes. Tirar de archivo y repasar los contratos de alquiler, los leasings, los contratos de distribución y, en general, todos aquellos que pueden afectar seriamente al normal desenvolvimiento de la actividad.

Fiscal: esas cuentas con socios, que ni se liquidan ni devengan intereses, esos activos no afectos a la actividad empresarial, pero que figuran en balance de la empresa. Cuantificar el posible riesgo fiscal.

¿Y el personal?, revisar, o conocer de una vez, el coste/hora, el coste por unidad vendida o producida, la productividad. Recalcular los costes comerciales, el tamaño y despliegue de la fuerza de ventas, la incidencia del servicio post-venta en la cuenta de resultados. Y ya que hablamos de costes también será necesario saber cuáles son los costes de administración y su incidencia en el margen neto: coste de cobro de facturas, de reclamación de deudas, de afianzamiento, de contabilidad y de elaboración de nóminas, de atención a los requerimientos de la Administración. de elaboración de presupuestos, gastos bancarios.

¿Seguimos?, podríamos hacerlo, pero pienso que ya hemos dado suficientes pistas y líneas de trabajo. ¡Esto sí que es I+D+i!, repensar íntegramente la empresa, no para hacer mejor las mismas cosas, sino para hacer cosas diferentes.

Y para esto no hay subvenciones. Aquí lo único que vale es la raza del empresario.

08.07.08

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