El comienzo de año no pasa de ser un convencionalismo del calendario. Termina un mes, el de diciembre, y se da paso a otro en el que, además, se comienza la contabilización de un nuevo ciclo de doce meses. No hay nada que distinga la medianoche del 31 de diciembre de la de otro día cualquiera. Sin embargo necesitamos marcarnos periodos, darnos ocasión de recomenzar, asumir la ilusión de concedernos una oportunidad para tratar de enmendar aquello que, entendemos, debe ser cambiado. El nuevo año viene siempre cargado de buenos propósitos, desde los más convencionales: dejar de fumar, hacer ejercicio, aprender inglés,…; hasta los más personales: mejorar mis relaciones familiares, ser más ordenado, nuevas metas profesionales y otros objetivos por el estilo. Luego comprobamos que el cambio de año, por sí mismo, no soluciona nada, que lo que de verdad importa es el esfuerzo personal, la lucha diaria por mejorar.

No sé si nuestra flamante Presidente de la Junta de Andalucía, la señora Susana Díaz, se incluye en el grupo de los que creen que los cambios personales se producen, sin esfuerzo, con el cambio de año, o en el de quienes basan su mejora en el trabajo diario. Hasta ahora se le ha concedido –le hemos concedido- un periodo de gracia que ha aprovechado bastante bien, pero con el nuevo año ha llegado la hora de pasar a la acción.

Durante estos meses ha aprovechado el tiempo y se ha creado una buena imagen. Hay que felicitar a sus asesores por el trabajo y a ella misma por su aplicación. Su aspecto externo ha mejorado, vistiendo con una elegancia un tanto sobria e impersonal; sus declaraciones han sido muy medidas, siempre referidas a temas institucionales en los que existe un acuerdo general: la unidad de España, lucha contra la corrupción, trabajar por la creación de empleo y riqueza y otros similares. Discursos bien elaborados y pronunciados en los foros y medios adecuados.

¿Y ahora qué? La educación espera. Ya hay que explicar que modelo educativo propone, si pretende continuar la estatalización progresiva de la educación y el hostigamiento a la promovida por la sociedad, bajo el sofisma de que lo público es bueno y lo privado es malo, que ha situado a Andalucía en los últimos puestos de la educación, o piensa establecer un modelo de libertad.

También espera la economía. Ya no valen las declaraciones generalistas, del tipo de “vamos a trabajar para aumentar la creación de riqueza”. Hay que desmontar un modelo económico sutilmente intervencionista, con su red de empresas públicas o subvencionadas. Urge una bajada de impuestos, en los tramos y figuras impositivas que corresponden a la Junta, que libere recursos, para que el empresario, que es quien realmente crea riqueza, no la Administración, pueda aplicarlos a este fin. También la simplificación de la maraña normativa que dificulta la actividad empresarial inútilmente.

Urge definir un modelo sanitario en el que la sanidad privada (¡otra vez el tabú de lo público, bueno y justo por naturaleza, frente a lo privado, perverso y egoísta por definición!) colabore con la pública en la prestación de servicios y en la gestión de la misma, en busca de la excelencia en la atención a los ciudadanos, más allá de los estereotipos partidistas.

Por el aborto no le pregunto porque ya se ha manifestado: entiende la reciente reforma, que protege al no nacido, como “cruel e insensible”, manteniendo el viejo estribillo de que defender el derecho a la vida es reaccionario, y la muerte del nasciturus es progresismo. Aquí le han fallado los asesores de imagen o algo peor: ya va dando pistas de su modelo social.

Podríamos seguir sugiriéndole temas sobre los que urge tomar decisiones concretas; pero hay algo anterior: gobernar no es ir reaccionando ante los problemas que se van presentando, sino tomar decisiones en base a un modelo de pensamiento, que se traduce en un modelo de sociedad, que es, precisamente, su propuesta a los ciudadanos. Quizá si nos explicara cuál es el modelo de persona y de sociedad que anima sus decisiones sabríamos a qué atenernos. Mientras no saldremos de las campañas de imagen y gestos efectistas; pero el manejo de la cosa pública, es algo más que el control del aparato de gobierno.

¿Estamos ante una oportunidad de cambio o todo es como un regalo de Navidad en el que lo cuidado del envoltorio disimula la vulgaridad del regalo? De plazo el mes de enero.

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