Cuando el enfermo está grave, muy grave, la llegada de un nuevo médico siempre genera esperanza. La gravedad continúa; pero parece que  el nuevo facultativo, según cuentan, trae otras ideas y a lo mejor acierta con el tratamiento.

Hace más de cuatro años que comparto con ustedes esta columna, gracias a la hospitalidad de EXPANSIÓN. En ella, siempre pensando por libre, he intentado ir analizando  la situación económica –desde la perspectiva de las pymes-  y proponer  soluciones. Cuatro años y cuarenta y tantos artículos más tarde, hemos planteado ya un conjunto de ideas (no me atrevo a llamarlo “cuerpo doctrinal”) lo suficientemente sólido y coherente como para ofrecerlo al nuevo equipo médico nacional y, posiblemente, regional. Ahí va la síntesis, por si les resulta útil para afinar el diagnóstico y proponer el tratamiento.

La mayoría de las pymes arrastran algunas carencias: poca cultura financiera; visión estratégica a corto plazo; centradas en producción y ventas, casi exclusivamente; con poca innovación;  remisas a la  internacionalización, y algunos problemas más. Mientras el mercado  tiraba de la producción, en una economía de demanda, esas carencias no se manifestaban. Ahora la cosa ha cambiado dramáticamente: o el empresario gestiona su propia supervivencia o tiene los días contados. La empresa ha de  redefinir el modelo de gestión. Eso abarca cuestiones técnicas, como financiación, internacionalización y otras que ya hemos comentado; pero sobre todo elaborar, casi partiendo de cero, una nueva fundamentación de la actividad empresarial y de la economía, empezando por los fundamentos antropológicos y terminando por los técnicos. Esta crisis hay que ganarla en el terreno de las ideas y eso exige reflexión y formación. Ahí tienen un interesante reto las escuelas de negocio.

Ser empresario no es cazar ayudas y subvenciones, sino asumir riesgos,  tomar decisiones, y aceptar las consecuencias de las decisiones tomadas. Cuando uno empieza a no querer asumir la responsabilidad de sus actos libres empieza a dejar de ser persona. Está cediendo su libertad al Estado a cambio de un “camino de servidumbre”.

La crisis, además,  ha exacerbado las debilidades del sistema; la principal,  la extensión desaforada del estado del bienestar, que lleva encerrado en sí el germen de su autodestrucción y anula la libertad. La economía se asienta en modelos culturales,  si éstos son malos la economía es mala. Hemos configurado un modelo cultural  perverso, de igualación por abajo y discriminación a quien se empeña en destacar, porque –dicen- pone en riesgo el aparente bienestar de los demás. Ahora hay que pasar a un modelo basado en el ahorro, el sacrificio, el esfuerzo, el mérito, y la perseverancia. Las claves para esta regeneración las tenemos ahí: la herencia cultural europea no pertenece al pasado,  es un proyecto de futuro.

¿Y los políticos? La misión de los políticos no es tratar de cambiar el modelo social, sino facilitar el protagonismo de los ciudadanos y el  ejercicio de sus libertades mediante la  reforma laboral, el recorte del gasto público, la rebaja de impuestos que detraen recursos productivos, una urgente reforma educativa y la protección a la familia, ya que ninguna política económica o social, ningún plan de previsión,  sustituye a la solidaridad familiar.

 Con imaginación y mentalidad empresarial. No estoy muy de acuerdo con la pretendida división de los gobernantes en políticos o tecnócratas.   Sólo hay una categoría, la de quienes desde un modelo de pensamiento explicitado con anterioridad a los ciudadanos, para que les cedan parcial y temporalmente su capacidad de autogobierno, colocan  la Administración al servicio de los ciudadanos, no al revés. Un ejemplo: hace unos meses –concretamente en junio de este año- proponíamos desde aquí la necesaria agrupación de ayuntamientos, o al menos de los servicios que prestan, y la eliminación de todas las funciones que han ido asumiendo ajenas a su función estrictamente municipal. En varios ayuntamientos ya se está trabajando en esta línea. Esto no es de derechas ni de izquierdas, de políticos o de tecnócratas, esto es, sencillamente, sentido común.

El enfermo sigue muy grave, pero entre todos podemos sacarlo adelante. Mi tratamiento se dirige, prioritariamente, a los empresarios; pero también a esos empresarios  de la cosa común que son los políticos. A ellos para quienes las hemerotecas siempre han sido su bestia negra  al poner en evidencia sus contradicciones, dictadas según las conveniencias. Les brindo la mía.

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