Una de las cosas buenas que puede tener la actual crisis económica es que hace salir de la rutina al empresario. Las cosas ya no son lo que eran: con los bancos cerrando el grifo de los créditos, las entidades aseguradoras limitando riesgos, el consumo cayendo y los clientes mal pagando. Desde luego estamos en una situación que se puede calificar de cualquier forma excepto de aburrida.

            Hay dos actitudes ante las dificultades, sean éstas profesionales, familiares, personales o del tipo que sean: la primera es la de hundirse y considerar que se ha fracasado, por lo que hay que resolver los problemas de manera inmediata y por la tremenda, casi siempre quitándose de en medio. Hay otra, mucho más razonable, que consiste en analizar lo que ha pasado, ver en qué se ha fallado, o cuáles han sido las circunstancias externas que me han llevado a esa situación y, a partir de este análisis, tomar las decisiones más convenientes y llevarlas a cabo, aunque supongan un considerable esfuerzo personal. Eso es definir una estrategia.

             Con dificultades o sin ellas, la forma de avanzar es concretar donde quiero llegar, prever las posibles dificultades que me pueden surgir, del entorno o de mi propia empresa,  y  saber flexibilizar mis decisiones en cada momento para poder alcanzar los objetivos previstos.

             Quizá no sea ésta una definición muy ortodoxa de Estrategia Empresarial; pero marca todo un plan de trabajo asentado en cuatro pilares: creatividad, conocimientos, eficiencia y valores.

            Creatividad para descubrir nuevos mercados, o nuevas maneras de atender viejos mercados, para redefinir los procesos. Eso implica libertad: de pensamiento y de actuación. Curiosamente muchas veces el empresario busca  soluciones a sus problemas mediante la contratación de profesionales externos, a los que concede un grado de libertad de opinión y de actuación, que no otorga a sus empleados, ni siquiera a sí mismo.

            Los conocimientos no surgen de la nada. El empresario tiene que hacer un esfuerzo para estar al día, y que su organización lo esté, no sólo en los procesos productivos, sino en todo lo que hace referencia a la gestión empresarial. Señor empresario: ¿desde cuándo no ha leído un libro, asistido a un seminario o participado en alguna reunión profesional? Si han pasado más de seis meses lo tiene muy mal. Sume, por favor, las horas que su empresa ha dedicado a formación el último año, a lo mejor ahí está la respuesta a alguno de sus problemas.

            Creatividad y conocimientos son necesarios para la eficiencia, esto es: para conseguir los resultados previstos mediante el mejor uso posible de los recursos que hay que emplear. No digo el uso más económico, sino el más adecuado.

             Cuando se pone como única meta la creación de valor económico se está poniendo en peligro la continuidad de la empresa –su sostenibilidad-. Hay que  dar un giro importante y poner en el centro de la empresa a la persona, no a la Cuenta de Resultados. Cuando se hace así, curiosamente la Cuenta de Resultados también mejora.

            La empresa no es sólo producir y vender hoy. Ésa es sólo una parte, pero hay algo más: prepararse para seguir produciendo y vendiendo mañana. Eso requiere levantar la cabeza para ver más allá de lo inmediato,  pararse a diseñar el futuro, o lo que es lo mismo: planificación estratégica.

No son conceptos abstractos para uso exclusivo de las grandes empresas, es una necesidad para todos, grandes y pequeños.  Cuesta, pero merece la pena, ya que es en ese futuro donde vamos a vivir el resto de nuestra vida.

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