Imaginen una urbanización en las afueras de una ciudad cualquiera. Son diez edificios de viviendas. Cada uno tiene entre treinta  y cuarenta vecinos. Todos con su pequeño jardín y una piscina. Cada bloque ha elegido la Junta Directiva de su Comunidad de Propietarios, ésta se preocupa de la limpieza, mantenimiento del jardín, ascensores,  piscina y vigilancia de su bloque; para ello cuentan con personal propio y el utillaje necesario para estas funciones. Cuando llega el verano hay una cierta rivalidad entre edificios, a ver cuál organiza la mejor fiesta de inauguración de la temporada de piscina. No  crean, por esa urbanización han pasado artistas de cierto renombre. Otros organizan también  clases de recuperación –gratuitas-  para los hijos de propietarios con asignaturas suspensas. Hay un bloque, más solidario, que está financiando un curso sobre “Las comunidades de vecinos como dinamizadoras de la democracia”, en un pueblo del sur de Bolivia. Una Junta Directiva iba  a montar un taller sobre la Memoria Histórica, pero creo que tienen dificultades de financiación: la Comunidad está muy endeudada  y la   Mancomunidad anda aún peor.
            ¿Que les parece esperpéntico lo que les acabo de contar?, a mí también; pero es lo que está ocurriendo en nuestros pueblos. Carece de sentido que municipios limítrofes, de cinco o seis mil habitantes, mantengan, cada uno, su propia policía  local, con la correspondiente dotación de vehículos; su  parque de limpieza; su brigada de mantenimiento;  sus servicios sociales; departamentos administrativos varios-. Todo ello, además, con el sobredimensionamiento a que se tiende siempre en la Administración.
            A eso se añade que los ayuntamientos han ido asumiendo una serie de funciones, ajenas a su cometido esencial, cada vez más delirantes,  financiadas con créditos  extraordinarios. Ahora los ingresos ordinarios han disminuido, los créditos se han cortado y los ayuntamientos tienen que suprimir los gastos ajenos a su función esencial; pero ni aún así son capaces de atender los gastos corrientes que les ocasiona su exagerada estructura de costes. Ya empieza a no ser noticia, por lo frecuente, que tal o cual ayuntamiento lleva meses sin pagar a sus empleados –de los proveedores ni hablamos-.  Las elecciones municipales han venido a ampliar el problema. En muchos casos el nuevo equipo municipal empieza a comprobar que la situación económica era mucho peor de lo que se comentaba.
            A nuevos problemas, nuevas soluciones. Cuando alguien empieza a beber más de la cuenta, al principio la solución puede ser tratar de disminuir el consumo de alcohol; pero cuando esa persona está ya alcoholizada las medidas correctivas no sirven. Hay que replantearlo todo.
            Vamos a echar imaginación al asunto. Para tratar de poner remedio a la quiebra municipal quizá sea interesante volver la mirada a las empresas que está sobreviviendo a la crisis y  ver qué están haciendo. La primera decisión sería centrarse sólo en  los servicios esenciales que debe prestar un ayuntamiento a sus ciudadanos, prescindiendo de todo lo demás (los pedantes dirían identificar el core busines municipal)Definidos éstos, externalizarlos con empresas privadas que presten servicios a varios municipios, generando así economías de escala. Los servicios no externalizables –que serán los menos- también pueden ser prestados por centros de servicios compartidos por varios municipios.
            No digo que ésta sea la panacea. La situación es tan complicada que no se arregla fácilmente con unas medidas concretas; pero hay que empezar por algo. Sin complejos, aún a riesgo de ser tachado de cualquier cosa  que suene a insulto –hasta hace poco el insulto preferido era neocon; pero éste ha perdido fuerza porque no estaba muy claro su significado, era muy sutil-. La clave está en proponer, estudiar y aplicar medidas concretas, con resultados previsibles. No se trata sólo de ahorrar, algo fundamental, sino también de cambiar de mentalidad. Dejar de ver la Administración  -en este caso la Administración local- como un ente abstracto, ajeno a las realidades tangibles, para encuadrarlo en su perspectiva real: una empresa de servicios, gestionada por personas en quienes los ciudadanos-clientes han delegado, parcial y temporalmente, su capacidad de autogestión.
            Es inevitable. O se cambia la perspectiva o siempre seguiremos viviendo-sufriendo la misma pesadilla.
14.06.2011

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