Ignacio Valduérteles
Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme
Existe una figura retórica, el oxímoron, que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto. Un ejemplo claro de oxímoron es “intelectual de izquierdas”. Dos términos incompatibles –o se es intelectual o se es de izquierdas- que definen una nueva categoría: la de quienes tratan de adaptar la realidad a unos modelos ideológicos previamente asumidos.
La incorporación de Izquierda Unida al gobierno andaluz ha supuesto no sólo la radicalización de éste, sino la reinvención de la realidad social para tratar de encajarla en sus esquemas ideológicos. No importa que quiebren los principios sobre los que se asienta nuestro modelo cultural: el derecho a la propiedad privada, el respeto a las leyes y a la libertad personal. Lo importante es reinventar una sociedad en la que hay que redimir, desde el Estado, a una clase oprimida, a la que previamente se ha oprimido, animándola a vivir de ayudas y subvenciones de los poderes públicos.
Ejemplos de estos hay muchos: la expropiación de viviendas vacías, la supresión progresiva de la enseñanza concertada, o la manipulación de los informativos; pero quiero centrarme en uno particularmente insidioso: me refiero al plan para garantizar tres comidas diarias a los niños andaluces.
La presentación del mismo ya es falaz: ¿quién puede oponerse a que los niños tengan garantizada una alimentación suficiente? El problema viene cuando se analiza la propuesta con un mínimo sentido crítico. En primer lugar hay que decir que los niños andaluces, de forma generalizada, no pasan hambre. Sí hay casos, la mayoría identificados por las instituciones que los atienden, de menores en situaciones que necesitan ayuda; pero de ahí a decir que la Administración va a dar de comer a los niños andaluces para que éstos puedan hacer tres comidas al día va un abismo. ¿No habíamos quedado en que la responsabilidad de los hijos es de los padres?, ¿también la de alimentarlos va a ser asumida por los poderes públicos?; ¿la siguiente cuál será, vestirlos? Con la justificación de atender a casos singulares hay una sutil invasión de la Administración en tareas que no pueden ser sustraídas a sus protagonistas sin detrimento de las libertades.
Esta propuesta lleva implícita, además, una carga de profundidad que ya avanzaron, para tantear el terreno, hace unas semanas. Se trataría de crear un organismo público que asuma y sustituya la labor que vienen realizando organizaciones civiles y de la Iglesia: Banco de Alimentos, Cáritas, hermandades congregaciones religiosas y otras organizaciones. No interesa que la sociedad se organice para atender a sus miembros más necesitados de manera eficaz, eso debe hacerlo el Estado. La sociedad civil sólo es admisible si actúa como correa de transmisión de los poderes públicos, si no hay que asimilarla.
No se trata de hacer caridad, explican, sino justicia, sin querer comprender que la caridad supera a la justicia y la justicia es inseparable de la caridad, intrínseca a ella. Es la primera vía de la caridad, que impulsa a estar atento al otro y a salir al encuentro de su necesidad. Todo ello desde la libertad. Ahí esta el problema, dicen: “se empieza permitiendo que la sociedad organice la ayuda a los realmente necesitados y vaya usted a saber dónde podemos terminar. Eso, además, no se ajusta a la realidad prevista”. La realidad que pretenden, por lo visto, es que la izquierda progresista ha de alimentar a los pobres que previamente ha generado, para que sigan dependiendo de ella.