Ignacio Valduérteles
Tte. de Hermano Mayor
Hermandad de la Soledad de San Lorenzo


Estos días en los que las hermandades están  de  actualidad, si es que alguna vez han dejado de estarlo a lo largo del año, son un buen momento para tratar de dar una vuelta de tuerca al papel que han de desarrollar como creadoras de modelos sociales y  económicos,  más allá de los cultos, recorridos, estrenos y  temas de seguridad.

Para centrar el tema hay que empezar afirmando que  los  modelos culturales son  los que generan modelos económicos, no al revés. En este momento el modelo cultural imperante, y el consiguiente modelo económico originado, andan mal. Una cultura que propone al  hombre como sujeto de derechos exclusivamente,  genera una economía asociada al estado de bienestar, que se está agotando, como modelo económico y social.

Uno de los fines de las hermandades, recogidos en el Código de Derecho Canónico es el de tratar de mejorar  la sociedad, con espíritu cristiano. No es algo que nos deba resultar extraño, las hermandades son asociaciones de la Iglesia Católica y  la fe tiene una dimensión social, genera una ética social, que se hace cultura: una cultura a la medida del hombre y su dignidad trascendente que supera la concepción del hombre como sujeto de derechos exclusivamente y a un estado del bienestar agotado, asociando a ellos los deberes que complementan esos derechos de las personas, unidas en un contexto social.

Cerramos el círculo: puesto que la economía es la consecuencia y expresión del modelo cultural y las hermandades generan cultura, las hermandades inciden en la economía. Han de influir en la creación de modelos económicos acordes con la dignidad de la persona humana y su naturaleza. Inciden así en la  creación de valor y en la mejora del  entorno social.

¿Y las empresas? No son  sólo como una estructura de producción, sino una comunidad de personas donde el desarrollo de éstas  no sólo es permitido, sino que ha de ser fomentado.   Para eso necesitan un entorno favorable, han de crear ecosistemas  que mejoren la sociedad, para instalarse y vivir adecuadamente. Eso es la Responsabilidad  Social Corporativa, la RSC:   las actuaciones de las personas que integran una empresa para crear valor en su entorno.

Se establece así un punto de unión entre la acción social de las hermandades y la RSC de las empresas, dos  organizaciones de personas  orientadas a la creación de valor en su entorno. La RSC no son actividades añadidas a la actividad de la empresa con fines de marketing,  o para el cumplimiento de unas obligaciones formales, es la consecuencia de unos valores, expresados en un modelo ético, traducido en cultura empresarial.

Una de las tendencias que se observan en este campo es la externalización de la RSC, bien encargándolo a organizaciones responsables socialmente o mediante el establecimiento de relaciones con empresas que poseen  una intensa cultura de responsabilidad social.

Pero la externalización de la RSC no es una simple transacción comercial,  no se  limita a contratar unos servicios a una empresa u organización. Es necesaria una alineación  entre la cultura de ambas organizaciones, a las que mejora.  La RSC se puede ‘comprar’,  pero  sólo si existe una orientación similar mejorará su cultura empresarial. Una externalización puramente formal se volvería contra  ambas organizaciones.

Aquí es donde adquieren un papel protagonista las hermandades como agentes externalizadores del RSC de las empresas. ¿Por qué las hermandades y no  otras entidades?, porque las hermandades tienen como misión la creación de valor en la sociedad,  a la que tratan de mejorar con la creación de modelos culturales acordes con la dignidad de la persona. Esa mejora de la sociedad repercutirá en los espacios sociales  en los que se desenvuelven las empresas,  quienes se  beneficiarán, por tanto, de la cultura generada por las hermandades.

La colaboración entre empresas y hermandades en este campo, sobre bases conceptuales sólidas,  mejora la cultura organizacional de las empresas. Merece la pena que las empresas colaboren con las hermandades para que éstas puedan incidir en la creación de un ecosistema más humano, en el aquellas  podrán desarrollar mejor su actividad.

Se abre aquí un interesante campo de estudio sobre las posibilidades y las consecuencias de la externalización, por parte de las empresas, de la RSC con  las hermandades, organizaciones éticas que llevan ya muchos años, en ocasiones siglos,  dedicadas a esta tarea que forma parte de  su misión.

Una línea de trabajo  tan novedosa  como atractiva, cuyo desarrollo y puesta en marcha  brindo a las empresas y organizaciones empresariales.