Ignacio Valduérteles
Tte. de Hermano Mayor
Hermandad de la Soledad de San Lorenzo
Los acontecimientos que está viviendo el PSOE tienen muchas lecturas y de ellos se pueden extraer lecciones aplicables a otros ámbitos.
Ocurre que la crisis de valores que barre Europa ha dejado un vacío rápidamente ocupado por populismos de derechas o de izquierdas. Es el momento de los oportunistas, de líderes carismáticos que se apoyan en planteamientos emocionales con propuestas simples y efectistas, dirigidas más al corazón que a la cabeza, de igualdad social y de supuesto favorecimiento a los más débiles. Su estrategia se basa en la movilización social, apelando a los segmentos menos cultivados, que son los que se mueven por estos impulsos que anulan a la persona frente a la masa. Su objetivo primordial no es transformar las estructuras para mejorar la economía o la sociedad, sino el llegar al poder, instalarse en él y conservarlo a cualquier precio.
Esta dinámica genera tal tensión que al cabo de un tiempo el sistema estalla y salta por los aires. El final de esta crisis del PSOE aún está por escribirse y no seré yo quien se atreva a pronosticar cómo va a acabar.
El problema es que ese populismo que se extiende por Europa e infecta incluso a partidos históricos con una razonable historia de servicios a la Nación, también se está infiltrando en otras instituciones. Las Hermandades no son ajenas a este riesgo, especialmente en época electoral en la que se agudizan tensiones. En la elaboración y presentación de algunos proyectos ya se adivinan algunas claves populistas.
Así, partir de un pretendido liderazgo carismático, algunos de esos mal llamados “programas electorales” comienzan realizando un análisis de la situación actual parcial, superficial y sesgado, para proponer a continuación grandes principios, trufados de populismo: “pretendemos una hermandad abierta a todos”;”queremos unir a la Hermandad”; “devolver la Hermandad a los hermanos” (el famoso empoderamiento de la gente). A continuación se proponen una serie de actividades, deslavazadas y oportunistas, que atienden a lo accesorio –música, capataces, estrenos, capeas y paellas…-, no al fondo; pero que halagan a las bases.
Son planteamientos dialécticos que tratan de oponerse o superar –dicen- la situación anterior. Su ámbito de referencia lo delimitan la cruz de guía, por delante, y la banda de música por detrás; su horizonte temporal es la Cuaresma; su tema, horarios y cotilleos electorales
La argumentación y defensa de su proyecto se dirigen más al corazón que a la inteligencia de los hermanos, manejando sentimientos antes que doctrina y reduciendo sus planteamientos a un panteísmo con toques sentimentales. No se reconoce que el motor de las personas no es el sentimiento, sino la inteligencia, iluminada por la fe; que la esencia de la piedad no es el corazón sino la voluntad decidida de servir a Dios; y que una concepción reductiva de la persona humana supone también una idea equivocada de la sociedad y de sus instituciones, incluidas las hermandades.
Se busca a los hermanos como grupo no uno a uno en su grandeza personal, formando “alianzas estratégicas” con los mismos a quienes antes se ignoraba o consideraba despectivamente, para sumar apoyos, pagando inicialmente con reconocimiento y fomento de su autoestima, para luego, una vez conseguido “el poder”, ignorarlos.
En todo esto se olvida que la misión de una Hermandad, a cuyo servicio han de estar los Hermanos Mayores y sus Juntas de Gobierno, consiste promover el culto público y la Liturgia, proporcionando así a los hermanos, y a todo el que se acerque a la Hermandad, los medios espirituales necesarios para desarrollar su vocación cristiana en medio del mundo. Se olvida también que para hablar a los hermanos de la Virgen antes hay que hablar con la Virgen –y con su Hijo- de los hermanos; que las hermandades no salen adelante sólo con gestión –menos aún con populismo-, sino con oración.
Las Hermandades han de esforzarse en profundizar en su razón de ser, en identificar el modelo antropológico que las sostiene y alinear sus esfuerzos al servicio de su misión.
La crisis del PSOE no se ha desencadenado de pronto, ni siquiera en unos meses. Lo que estamos viviendo estos días es el desenlace obligado de otros en los que los personalismos y las estrategias a corto plazo sin más finalidad que conseguir el poder en la organización, con olvido de sus fundamentos doctrinales, han desembocado en una crisis de identidad trufada de populismo.
A veces se culpa a la prensa cofrade de alimentar el morbo, sin caer en la cuenta de que los periodistas no hacen sino contar la realidad, como sus compañeros acampados en Ferraz, una realidad que, en ocasiones, deja poco margen a la ilusión.