Hermandades Democráticas

P.- Algo está cambiando, pero ¿no cree que todavía hay muchas hermandades que son muy poco democráticas?, ¿en las que se siguen empleando modos y formas más propios de otras épocas?, ¿en las que no se respeta la voluntad de los hermanos, sino la de la Junta de Gobierno y, a veces, ni siquiera la de la Junta sino la de unos pocos que la manejan a su antojo?

R.- Le contesto con palabras del pensador español, Ortega y Gasset, que explicaba que  cuanto más reducida sea la esfera de acción propia a una idea, más perturbadora será su influencia, si se pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida.

La democracia, seguía explicando, como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada y fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la familia, … en el corazón y en la costumbre, es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad.

Es lógico que la elección de una nueva Junta de Gobierno se haga por votación, y que para determinadas decisiones se solicite la opinión de los hermanos, en forma de votaciones; pero tratar de reducir todo en la Hermandad a un juego permanente de mayorías y minorías no es un buen procedimiento.

No sería razonable someter a las hermandades a un sistema de gobierno estrictamente democrático en el que  pudiera someterse a votación y decidir, en consecuencia, cualquier cuestión. Lo que procede es un gobierno colegial, aquel en el que la Junta de Gobierno reclama el concurso y ponderación de todos los oficiales, que mantienen una unidad de propósito y también de  criterio operativo para alcanzar los objetivos previstos, de forma que tras una decisión, la fracción “perdedora” no solo no se sienta irremediablemente excluida sino que su concurso sea útil.

En resumen: la Junta de Gobierno elegida, ella sí, democráticamente por los hermanos, es quien tiene la responsabilidad del gobierno de la Hermandad, tomando en cada momento las decisiones que estime más oportunas para alcanzar los fines previstos. Esas decisiones han de ser colegiadas, es decir, estudiadas, ponderadas y discutidas lealmente y, una vez adoptadas ya son las decisiones de la Junta de Gobierno, no de una parte de ella, expuestas,  asumidas y defendidas por toda la Junta como propia.

A lo mejor hoy no gano muchos amigos diciendo estas cosas. Ya sé que esto que le digo es ir un poco  contracorriente. Es más fácil dejarse llevar por lo políticamente correcto que tener opiniones propias y reflexionadas, coincidentes o no con las que imperan; pero es menos apasionante.

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