HERMANOS MAYORES

Al hablar de hermanos mayores no me estoy refiriendo a los hermanos que presiden las juntas de gobierno y dirigen la hermandad, sino a los de más edad, los más ancianos; me gusta llamarlos así, ni tercera edad, ni segunda juventud, ni edad de plata ni cualquier otro nombre que trate de disimular la realidad. El lenguaje no crea realidades.

Desde la tribuna de los años los hermanos mayores adquieren la suficiente perspectiva como para poder contemplar la vida, la vida de la hermandad y su vida, con especial lucidez siempre que reúnan dos condiciones: experiencia reflexionada y criterios de análisis.

Digo experiencia reflexionada porque si uno no reflexiona sobre las distintas circunstancias y situaciones vividas no puede decir que tiene experiencia, simplemente le han pasado cosas que le han resbalado como el agua por una piedra; para reflexionar es necesario tener criterios de análisis, un modelo de valores y creencias en el que encajar los sucesos que componen su biografía.

Esa ponderación interior de todos los acontecimientos en los que han sido protagonistas o espectadores, dota a los hermanos mayores de una especial serenidad y libertad. Al recuperar o afianzar sus principios refuerza su identidad, de una forma que ningún vendaval totalitario o populista podrá anular. En definitiva: son más libres. Desde la serenidad de la madurez, entienden la libertad como la capacidad de amar más a los suyos y a su hermandad. Y más fieles, porque la fidelidad es la palabra amor en el tiempo y ya la han acreditado.

Con la libertad refuerzan su esperanza, fortaleza y coraje. No han llegado hasta aquí para añorar el pasado, sino para crear el futuro y se aplican a ello con audacia, sin excusarse por su edad, reforzando los fundamentos doctrinales de su hermandad y atreviéndose a innovar, a ser disruptivos, conscientes de que son precisamente los más viejos quienes, por su experiencia, tienen más capacidad de innovación.

También tienen otras notas diferenciales:

Simplifican, saben qué es lo fundamental, aquello en lo que hay que exigir sin ceder, y qué lo accesorio. Descubren que lo fundamental son unas pocas cosas que hacen referencia a los valores, centrándose en éstas, así disfrutan más ellos y los demás.

Saben pasar a un segundo o tercer plano, se alegran con los aciertos de los hermanos más jóvenes de las nuevas juntas de gobierno, sin reclamar, ni pensar siquiera, en la parte que les corresponde en ese acierto.

Llevan con naturalidad “su mochila”, que la vida ha ido llenando de sinsabores, traiciones y ausencias. También ahí van cargadas las equivocaciones y el daño que pudo causar a otros. No la carga con resignación, sino con la alegría de quien sabe hijo de Dios y confía en Él.

Sus sueños ya no los tienen a ellos como protagonistas, sino a los que vienen.

Hay un pasaje del Evangelio que parece dedicado expresamente a los hermanos mayores: el episodio de los discípulos de Emaús. Han perdido las ilusiones. Desanimados, sin horizontes, se vuelven a casa. Jesús se pone al lado, aunque no le reconocen, les habla y les va haciendo recuperar la esperanza. Hacia el final del camino, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». (San Lucas, 24).

Y se quedó. Y su vida cambió. Y volvieron alegres a Jerusalén, a recomenzar.

También atardece en la vida de los hermanos mayores. Tuvieron ocasión de vivir el amanecer de la infancia y juventud y han superado las horas brillantes del mediodía, de la madurez. Cae ya la tarde, es el momento de volver a casa tranquilo, para encontrarse consigo mismo y con los demás, en el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de la aceptación serena de los éxitos y fracasos.

Nunca es tarde para vivir lo mejor de la vida; nunca es tarde para, como los de Emaús, decir a Jesús y a su Madre: ¡quédate con nosotros!; para constituirse en apoyo permanente de los demás, sabiendo situarse en un segundo plano a contemplar activamente el atardecer de un día que es víspera gozosa de los que están por venir y que ya verán desde otra perspectiva.

Es necesario acercarse a ellos y al tesoro que suponen en la hermandad. Realmente son los auténticos hermanos mayores.

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