LA RELIGIOSIDAD POPULAR EN LAS HERMANDADES:¿SUPERSTICIÓN O EXPRESIÓN DE FE?

Ignacio Valduérteles

A veces se acusa a las hermandades de ser  representantes de la   “religiosidad popular”, a la que consideran  un lastre que  impide a los hermanos ser cristianos adultos y los  condena a profesar unas creencias sin base intelectual, sólo supersticiones,  que hacen buena la afirmación de  Marx de que la religión es el opio del pueblo,  al que mantiene en una vida miserable con la falsa promesa de un mundo mejor. A esto se suma  la opinión de algunos  antropólogos que reducen la fe a la  adaptación por el pueblo de antiguas creencias y religiones a los usos del catolicismo, para sortear así imposiciones de la Iglesia.

Podría pensarse que la fe, auxiliada por la razón, debería bastar, y así es;   pero cuando la fe se encarna en la cultura popular surge una religiosidad que tiene una forma propia y expresiones propias, impulsadas por el pueblo que la acoge y el contexto en que se viven.

Ya en su día el Concilio Vaticano II definió la religiosidad popular como  «una realidad en permanente desarrollo, donde el Espíritu Santo es el agente principal» (EG n. 69).

En coherencia con esta afirmación conciliar el Catecismo de la Iglesia explica que «además de la liturgia sacramental y los sacramentales, la catequesis debe tener en cuenta las formas de piedad de los fieles y la religiosidad popular,  en la que el pueblo cristiano ha encontrado en todo tiempo su expresión en … peregrinaciones, procesiones, danzas religiosas,…» (CEC 1674). «Es necesario, pues, un discernimiento para sostener y apoyar la religiosidad popular y, en su caso, para purificar y rectificar el sentido religioso y … hacerla progresar en el conocimiento de Cristo»  (n. 1676).

Abundando en esta línea el año 2002 la Iglesia emitió  un documento, o Directorio, en el que desarrollaba  una serie de principios y orientaciones sobre La Piedad Popular, la Liturgia y las Imágenes y su potencialidad evangelizadora. En él  explicaba que  «el uso de las imágenes sagradas es una expresión  de gran importancia en el ámbito de la Piedad Popular…,  que  pertenece, de hecho, a la naturaleza de la piedad católica. Esta veneración de las imágenes, … además de ser un hecho litúrgico significativo, constituye un elemento relevante de la Piedad Popular»”(cfr. n. 239). En consecuencia «es válido el empleo litúrgico de las imágenes de Cristo, de la Virgen y de los Santos, tradicionalmente afirmado y defendido por la Iglesia, conscientes de que los honores tributados a las imágenes se dirigen a las personas representadas»(cfr. n. 18).

San Pablo VI declara que  la «religiosidad popular  es un aspecto de la evangelización que no puede dejarnos insensibles» (Evangelii Nuntiandi n. 48)

Para Juan Pablo II «en las raíces profundas de este fenómeno religioso y cultural, aparecen los auténticos valores espirituales de la fe en Dios,  … pero desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folklórica o costumbrista sería traicionar su verdadera esencia» . (Rocío, 14-06-1993)

Benedicto XVI expone cómo “a través de la religiosidad popular  la Fe ha entrado en el corazón de los hombres, formando parte de sus sentimientos, costumbres, sentir y vivir común. Por eso, la piedad popular es un gran patrimonio de la Iglesia. La fe se ha hecho carne y sangre” (Carta a los seminaristas., n. 4).

Más cerca de nuestros días, el papa Francisco  ha señalado que «en la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe recibida se encarnó en una cultura y se sigue transmitiendo»  (Evangelii Gaudium n. 123).

            Toda esta amplia doctrina deja suficientemente claro que las hermandades no son lugares donde se vive una fe de segunda categoría, para cristianos poco formados,  son  fieles depositarias de una religiosidad popular de gran potencia evangelizadora, especialmente querida por la Iglesia, que vertebra la vida cristiana en muchos lugares donde esta religiosidad se vive con especial intensidad; pero de ellas se espera hoy  algo más, bastante más.

            La religiosidad popular no sólo abarca las manifestaciones externas con las que cada pueblo rinde culto a Dios, a la Virgen o a sus santos patronos, también implica  enraizar esa religiosidad  en su entorno social, al que está llamado “a santificar la sociedad desde dentro…iluminando y organizando todos los asuntos temporales …  de tal manera que se realicen continuamente según el espíritu de Jesucristo” (Lumen Gentium n. 31). La misma exigencia que se propone a las asociaciones públicas de fieles en el Código de Derecho Canónico (c. 298.1)

            La sociedad actual   

Vivimos tiempos complicados  pero que ofrecen grandes oportunidades para que las hermandades desarrollen esta faceta de su misión,  No se trata de esperar que pase la tormenta, ahora es el tiempo de la acción. Eso requiere esfuerzo, estudio, ilusión y trabajo. Esto puede significar un cambio importante en el día a día de la hermandad. Se gobiernan proyectos, no sentimientos, lo que  supone que la hermandad ha de ser capaz de analizar  la realidad social en la que está inmersa para definir actuaciones asumiendo  el riesgo de la libertad, conscientes de que  la hermandad no es sólo  un lugar de actividades y sentimientos, sino un espacio doctrinal e intelectualmente habitable, con vocación  de liderazgo social.

Antes es necesario un análisis de la sociedad actual en la se perfilan los siguientes datos: fracasado estrepitosamente (1989) el experimento socialista de crear un nuevo orden económico para instaurar así una nueva sociedad, los grupos que se reconocen como de izquierda, sin propuestas culturales, políticas o económicas que ofrecer, han optado por un nuevo modelo de transformación social: asumir todas las luchas que vayan surgiendo o impulsando  e integrarlas en un solo discurso (Laclau). En esa amalgama se integran el movimiento LGTBI,  el feminismo radical, o queer, el cambio climático como dogma, el indigenismo, el ecologismo, la oposición a la  cultura del esfuerzo, al derecho a la propiedad, a la vida (aborto, eutanasia, ¡aborto postparto!),   la revisión de la historia,  la deconstrucción de la familia, la resignificación del lenguaje para crear nuevas realidades o  la sustitución de la persona por el colectivo como titular de derechos.  Y lo que venga, que este es un proceso abierto al que cada día se suman nuevas causas. Todas estas reivindicaciones  se presentan además en un paquete completo que ha de ser asumido en su totalidad (cultura woke), bajo pena de ser considerado  negacionista  primero, para ser luego a ser cancelado como persona.

Las hermandades agentes sociales

En este panorama las hermandades han de moverse con seguridad y determinación, conscientes de que  el marco de interpretación de la realidad lo deciden ellas, sin renunciar a los valores y sentimientos que forman su  patrimonio religioso y cultural, sin aceptar  la miseria  intelectual de sustituir  el pensamiento creativo, por una sucesión de frases hechas. También las variables del análisis las establece la hermandad, eso requiere  que las Juntas de Gobierno tengan, o adquieran,  las herramientas intelectuales y doctrinales  precisas para  proteger el derecho-deber de los hermanos de vivir en una sociedad que proteja y potencie la dignidad de las personas.

Eso requiere, por parte de la Junta de Gobierno un cambio de ritmo y de enfoque de su tarea, que se traducirá en decisiones a corto y largo plazo, para seguir siendo fieles a su misión, siendo conscientes de que hay quienes se resiste a cambiar su rutina y sienten vértigo a los desconocido, quienes carecen de valentía para asumir el riesgo de la libertad.

Preparar el futuro.

La mejor forma de preparar el futuro  es vivir plenamente el hoy, no estar ahogados  entre un pasado que nos pesa y un futuro que nos inquieta. Vivir el instante presente ensancha el corazón,

Seguros en la Fe, serenos en la Esperanza, enamorados en la Caridad.

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