P.- Son como los vencejos. Cuando llega la primavera siempre hay algún político de la izquierda más trasnochada que lanza alguna propuesta llamativa, del tipo prohibir que las cofradías salgan a la calle y cosas por el estilo. Todo ello, dicen, para respetar la laicidad del Estado y respetar los derechos de los no creyentes. En el fondo lo único que pretenden es tener su “minuto de gloria” y conseguir un poco de notoriedad en los medios; pero poco a poco va calando la idea de que las hermandades deben limitarse a organizar sus desfiles procesionales y no tienen ningún derecho a opinar sobre asuntos púbicos, tratando así de imponer sus ideas a los no creyentes. ¿Qué opina sobre esto?
R.- Coincido con lo que dice, en el sentido de que lo que buscan algunos es hacer un poco de ruido mediático y recordar que están ahí. El problema es que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad” según explicaban, y practicaban, los nazis, y poco a poco se vaya confinando a las Hermandades a los templos, a su Función Principal y a organizar, con las debidas limitaciones, la atracción turística de la Semana Santa, sin admitir que puedan opinar.
Una cuestión previa: las hermandades no tienen una opinión desligada de la de las personas que la componen. La opinión de las hermandades es la opinión de sus hermanos expresada libremente.
Una cosa es la laicidad, el mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte, y otra el laicismo, la hostilidad o indiferencia contra la religión, relegando la fe a la esfera de lo privado y oponiéndose a su expresión pública. Desde una sana laicidad el cofrade es un ciudadano con sus deberes y en plenitud de sus derechos, entre los que se encuentra el de opinar sobre la mejor manera de organizar la sociedad. Para un cofrade, como para el que no lo es, participar en el debate civil es un derecho, no una concesión que te permiten o que te pueda retirar no se sabe quién ni en nombre de qué.
Bienvenida sea pues la opinión de las hermandades sobre temas que inciden en la organización de la sociedad, expresada corporativamente o de forma individual. Más aún cuando lo que las Hermandades, o los hermanos, aportan al debate social no es una ideología política, sino una identidad cultural sin la que no nos comprenderíamos y que algunos se empeñan en destruir con el señuelo del populismo.
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