Santo Domingo de Guzmán vivió entre los siglos XII y XIII. A los 23 años fue ordenado sacerdote y un año más tarde nombrado canónigo. Excepcionalmente brillante, pronto le encomendaron  misiones que le llevaron por Europa, una Europa aún balbuciente, que comenzaba a articularse en torno a la doctrina de la  Iglesia Católica. Un grave peligro amenazaba entonces  la identidad europea: la herejía de los albigenses, que, más allá de las disputas teológicas, lo que ponía en crisis era un modelo social  articulado en torno a un determinado esquema conceptual. Conscientes de este peligro, el remedio propuesto para mantener la cohesión social era muy simple. Sencillamente se  le proponía los albigenses: “O te retractas de tu herejía  o te mato”. Simple y de dudosa eficacia.
            La propuesta de Santo Domingo ante esta situación –tremendamente grave, puesto que se estaba poniendo en peligro la incipiente identidad social lograda- fue más allá de la aplicación contundente de medidas que anularan las manifestaciones del problema. Después de analizar a fondo la situación vio claro que el problema no era la herejía, sino la falta de educación que propiciaba la aparición de esa desviación o de cualquier otra.
            A partir de este análisis diseñó y ejecutó una completa estrategia que se concretó en los siguientes puntos: fundación de una orden religiosa que tuviera como misión el estudio riguroso de la doctrina católica y su predicación. Esa orden –los dominicos, también llamados predicadores- había de ser mendicante, es decir, vivir de lo que obtuviera, o buenamente le quisieran dar, por sus trabajos y predicaciones, no de subvenciones ni de tributos eclesiásticos. Además completó su tarea con la fundación de una orden femenina similar -las dominicas- verdadero think-tank de apoyo a la rama que podríamos llamar ejecutiva, la masculina.
            Los resultados de este análisis y de estas iniciativas están en los libros de historia. Europa se cohesionó. Pocos años después se incorporó a los dominicos Santo Tomás de Aquino, que impulsó definitivamente la tarea emprendida y, ya en el siglo XVI, un grupo de neoescolásticos configuró lo que hoy se conoce como Escuela de Salamanca, que muchos identifican como el nacimiento de la economía  (Schumpeter).
Estos son los hechos que deben alimentar la “memoria histórica”. A partir de ellos merece la pena tratar de encontrar paralelismos con la situación actual e identificar pistas para orientarse. Ante la presente crisis cultural – tras el fracaso del comunismo y la adulteración del liberalismo-, que ha provocado una crisis de valores y, consecuentemente, una profunda crisis económica, las miradas más torpes se dirigen hacia la aplicación de medidas rotundas que, como en el siglo XII, traten de anular las manifestaciones externas del problema. Esas medidas van a lo inmediato: gasto público, aumento  de la presión fiscal, control de tipos, planes de rescate (o sea, asumir la deuda de los estados que peor han hecho los deberes); pero en una economía globalizada tienen poca eficacia. El PIB y la Balanza de Pagos no  se arreglan ajustando la paridad de la moneda (con el euro, además, eso ya no es posible),  sino con aumento de la competitividad y eso tiene otro tratamiento.
Es necesario volver a lo ya inventado: hacen falta analistas que vayan más allá de lo inmediato y, desde una perspectiva humanista, sepan identificar las causas de la crisis y proponer alternativas. Eso se llama investigación,  que no es exclusiva de la Universidad,  también de la iniciativa privada;  una “investigación de demanda”, no de oferta, como se ha venido generando muchos años. Aunque de poco serviría esa investigación si los empresarios no acceden a ella, convenciéndose de la necesidad de formación, de invertir de forma permanente  en la mejora de sus capacidades directivas y de apoyar a las entidades que están trabajando positivamente en esta línea.
Es difícil que los políticos y asimilados entiendan de propuestas a medio y largo plazo;  pero los que no estamos sometidos a la tiranía de mantener, o conseguir, el poder, sí podemos reflexionar y exponer estas verdades. Además no son nuevas, se pusieron en marcha hace nueve siglos.
13.06.10

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