Aunque parezca lo contrario, no hay tanta diferencia entre la gestión de Mercadona y la de una tienda de barrio. Bueno sí, hay una fundamental: el volumen de la cifra de negocio; pero las variables a tratar son las mismas: definición del surtido, negociación con proveedores, gestión de personal,  relaciones con el banco, rentabilidad de las distintas secciones,  y muchas cosas más que los empresarios de la distribución conocen bien.

             Por supuesto que la escala influye a la hora de abordar los problemas. No es lo mismo negociar con un proveedor la compra de un palé mensual  que la de quince camiones diarios, pero los temas son los mismos. Quiero decir que, en contra de lo que se suele pensar, las diferencias entre la gran empresa y las pymes son de tamaño, pero los problemas y las soluciones son casi siempre las mismas.

            Si los problemas son los mismos, también su estudio  y las soluciones deben ir por los mismos caminos. La  denominación de los temas a tratar también debe ser la misma. ¿Quién ha dicho que el reingeniering, el outsourcing,  o el branding son exclusivos de las grandes empresas?, ¿es que el pequeño empresario no se plantea nunca reorganizar determinados aspectos de su empresa, contratar la elaboración de nóminas con una gestoría, o ver la manera de mejorar su imagen? Pues exactamente eso es lo que ocultan esos  términos tan sofisticados.

            La empresa, con independencia de su tamaño,  siempre tiene una determinada imagen ante sus clientes, proveedores y ante el público en general. No hay que ir a las grandes marcas de renombre internacional. La pescadería de la esquina tendrá fama de ser muy limpia, o no; de tener un personal amable o poco servicial; de ofrecer siempre un producto de gran calidad y caro, o tener una oferta de precio y calidad muy ajustados; de colaborar en las fiestas del barrio, o no. En definitiva: una serie de intangibles, como son reputación, posicionamiento, comunicación, ética empresarial, responsabilidad social, gestión del conocimiento, capital humano, que conforman su imagen de marca e influirá en sus ventas.

             Es responsabilidad del empresario, además de vender y cobrar lo que vende, gestionar estos intangibles. ¿Quién ha dicho que la gestión de la marca es algo que sólo debe preocupar a El Corte Inglés o Zara? Todos tenemos que conocer y gestionar la percepción que nuestro entorno tiene sobre nuestro negocio, por pequeño o local que este sea.

Conocer y gestionar. Lo primero tratar de conocer  cuál es mi imagen y la de mi empresa. No es simple curiosidad, ni narcisismo, es un dato importante para orientar mi estrategia. Si  la principal virtud que me reconocen es, por ejemplo, que mis productos se elaboran artesanalmente, sería un suicidio aumentar la producción mecanizándola total o parcialmente. Tampoco sería lógico, aunque a veces ha ocurrido, que suprima un determinado producto, o servicio, de mi oferta cuando ése es, precisamente, lo que me singulariza y me hace atractivo ante mis clientes.

Estos ejemplos, así expuestos, son muy simples, y casi ningún empresario se reconocería en ellos; pero todavía son pocos los que dedican suficiente tiempo, interés y recursos a identificar su imagen de marca y tratar de ajustar su estrategia de forma que abarque también la gestión de esa imagen: el activo intangible más importante de la empresa.

Se decía antes que “la honra de una mocita” era su principal tesoro, que había que cuidar y proteger. Pues “la honra” de una empresa es su imagen ante el mercado. Urge poner los medios para cuidarla, protegerla y mejorarla.

 Las pymes no son distintas a las grandes empresas.

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