En mi comentario anterior hacía referencia a uno de los factores de la situación económica: la crisis de conocimientos, que nos ha llevado a un modelo económico basado en sectores intensivos en mano de obra poco cualificada. Ese modelo, que lleva a competir en precio de mano de obra, es tremendamente frágil. Por eso el paro se ceba especialmente en nuestra economía.

Junto a medidas económicas tan necesarias como inéditas: control del gasto público, disminución de la carga fiscal o flexibilización del mercado laboral, hay otra de mucho más alcance: atajar el déficit de conocimientos, que está en el fondo de muchos de nuestros problemas.

Ya decía que no corresponde al empresario reformar la educación básica. El sistema educativo es el que es y poco puede hacer para mejorarlo; pero eso no exime a los directivos de empresas, especialmente pymes, de gestionar los conocimientos de su empresa como uno de los activos intangibles más importantes con los que cuenta, aunque no se refleje formalmente en su balance.

En cada empresa hay una serie de conocimientos, no formalizados, que son los que la dotan de unas competencias exclusivas. Urge identificar cuáles son esos conocimientos y quién los posee. No hay que buscar temas muy sofisticados: es una administrativa que conoce perfectamente a los clientes y sabe como tratar a cada uno para que se sienta único; es un operario con una especial habilidad para calibrar una máquina; también esa persona que sabe calcular al céntimo los presupuestos. Se trata, en definitiva, de identificar cuáles son esos conocimientos, quién los posee y ser conscientes del valor que aportan. Al mismo tiempo hay que conseguir que esos conocimientos no sean exclusivos de una persona, sino que ésta vaya creando escuela a su alrededor.

El segundo paso es comprar talento. No hay que ir a la tienda a pedir “cuarto y mitad de talento”, sino atraer a nuestra organización a gente realmente valiosa en conocimientos y actitudes. Se ha pasado el tiempo de contratar al hijo de mi primo, o al de mi compadre, al que le debo un favor. Hoy, con una tasa de paro del 18% -en Andalucía superior al 25%- hay en el mercado laboral personas muy valiosas a las que antes no se podía contratar por tener salarios no alcanzables por las pymes. El mercado laboral se esté reposicionando a unos niveles salariales mucho más reales.

En esta línea de gestionar conocimientos, todas las empresas necesitan formación. Enviar a los empleados a cursos del FORCEM (hoy de la Fundación Tripartita) simplemente como premio, porque les gusta el contenido, es una pérdida de tiempo y de dinero. La formación no es un premio, es una necesidad y como tal se debe tratar. Hay que analizar cuáles son los procesos de la organización en los que es necesario mejorar, identificar los conocimientos que faltan, o son susceptibles de mejora, y los cursos o seminarios que realmente pueden atender esas necesidades. Los asistentes han de ser conscientes que los conocimientos adquiridos –que quedarán en su cabeza para siempre- son para ponerlos al servicio de la mejora de los procesos de su empresa. De la misma manera que se hacen presupuestos en lo económico, y se analizan las desviaciones, hay que hacer una planificación de la formación y analizar los resultados y la eficacia real de la misma en la empresa.

También podríamos hablar de la necesidad de abrir la empresa a la innovación rompiendo fronteras. Es mucho lo que un despacho de abogados -por ejemplo- tiene que aprender de un hotel, en lo que se refiere a la gestión de unas mercaderías, noches de habitación u horas de abogados, que no son susceptibles de ser almacenadas. Así podemos multiplicar los ejemplos. Eso es innovación; pero para eso el empresario tiene que tener muy claro qué es lo fundamental en sus procesos de negocio y la mente abierta para reconocer también las claves de los de otras empresas, aparentemente alejadas de nuestro sector.

No se trata de ofrecer soluciones completas, sino de marcar algunas líneas de trabajo para que el empresario, cada empresario, vaya adaptándolas a su situación particular. La solución de la crisis no está en manos de los políticos, sino de las empresas.

 

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