Erupciones en la Isla del Hierro


Vaya por delante mi respeto y cariño a los habitantes de esta pequeña isla canaria que están pasando por una situación de incertidumbre tremenda. No me dirijo a ellos, naturalmente; pero tomo pie de su situación para resaltar una nota característica de la naturaleza humana especialmente desarrollada en estos momentos: la necesidad de seguridad, de tenerlo todo previsto, la resistencia a  admitir lo súbito en la vida cotidiana.

Pero la vida no es así, dependemos de la voluntad de los demás, de sus actuaciones, que nos influyen y condicionan; dependemos de una serie de factores que no controlamos, por ejemplo las fuerzas de la naturaleza; podemos y debemos gobernar nuestra vida; pero al final el azar, para unos, o la Providencia introducen sus variables.

 La vida comporta riesgos. Vivir es una aventura apasionante, abierta a muchas posibilidades, que se va construyendo día a día, elección a elección. Tratar de eliminar la incertidumbre de nuestras vidas es imposible, además frustra a quien lo intenta.

 ¿Se puede vivir en la incertidumbre?,  pienso que sí, entre otras razones porque es inevitable. Por eso hay que aprender a convivir asumiendo que siempre estará abierta la puerta a lo imprevisto. La clave para esa convivencia es doble: ser conscientes de nuestra fragilidad, de nuestra  inseguridad y, a partir de ahí,  tratar de edificar nuestra personalidad de la forma más humana posible, más acorde con la propia naturaleza. Eso se llama prudencia, orden, perseverancia, responsabilidad. Pero también saber aceptar las situaciones difíciles con fortaleza, sencillez, paciencia, compresión, optimismo, generosidad.

 A partir de aquí los problemas continuarán; pero se estará en mejor situación para asumirlos.

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