FAMILIA Y ECONOMIA

 

He leído un interesante artículo de la profesora Reyes Calderón (Decana de la Facultad de Economía de la Universidad de Navarra), publicado en la revista Mundo Cristiano (enero 2014), que me gustaría comentar.

Propone la profesora Calderón que el comportamiento del ser humano se ajusta a tres patrones:

  • Los valores, creencias, usos, costumbres y legislación, vigentes durante la decisión.

  • La libertad personal, en decisiones individuales y sociales.

  • Las regularidades que afectan a los procesos de asignación económica.

Estos patrones están presentes en las decisiones humanas, también en las que conciernen a la familia: casarse, o no casarse, número de hijos y otras. Decisiones que estarán afectadas por los valores y la cultura de los protagonistas; pero también por condicionantes económicos. Llevados hasta sus últimas consecuencias estos planteamientos dan lugar a dos grandes divisiones a la hora de tomar la decisión de formar una familia: Familia por interés o Familia por amor.

Familia por interés.- Este enfoque tiene su máximo exponente en Gary Becker, a quien concedieron el Nobel en 1992 precisamente por sus estudios sobre economía y familia (vid. Treatrise on the Family; existe traducción al español: Tratado sobre la Familia. 1981. Alianza Editorial. Madrid). En su obra tanto los hijos como los cónyuges reciben la consideración de “bienes económicos” y a la familia, por tanto, se le aplicaría lo que a cualquier otra institución económica: tendría razón de ser mientras aportara servicios eficientes y desaparecería si existieran mejores opciones.

Cada uno de los cónyuges deberá calcular qué gana y qué pierde con el matrimonio, qué beneficios, materiales y afectivos, va a obtener con ésa opción y qué costes ha de asumir.

Aquí la profesora Calderón hace dos interesantes apostillas a Becker: optar por “contratos a corto” en el matrimonio permite obtener afecto y cariño de forma casi inmediata, bienes de producción rápida, pero de baja calidad y con caducidad corta. En este planteamiento economicista, además, hay que tener en cuenta la utilidad marginal de los bienes de consumo, siempre decreciente, lo que aboca a uniones cada vez más cortas.

Por lo que respecta a los hijos ocurre algo parecido, si antes se veían como bienes de producción (ayudaban en el campo o taller familiar y atendían a los padres ancianos), hoy se ven como bienes de consumo en los que hay que hacer considerables inversiones en educación, viajes, atención médica, … y el retorno de esas inversiones es psicológico, no en bienes tangibles, lo que convierte a la inversión en puro gasto.

En la economía tradicional, con un trabajo más basado en la fuerza que en la técnica, que la mujer asignara su tiempo al hogar y el hombre al mercado laboral, parecía una asignación óptima. En la economía moderna, basada en el conocimiento, la ventaja comparativa del hombre se reduce o anula. La mujer tiene que optar entre la relación coste/beneficio que le proporciona el hijo y la que le proporciona un trabajo remunerado.

Familia por amor.- El planteamiento anterior, rigurosamente economicista -la consideración utilitarista de la familia como productora de satisfacciones egoístas a corto (dos individualidades que se unen mientras se complementen en la satisfacción de sus necesidades)-, repele a quienes conciben la familia como institución natural, extraeconómica: pura donación asentada en el amor.

Es claro que la pérdida de valores y el mal uso de la libertad explican, en buena medida la actual crisis familiar; pero tampoco podemos situar a la familia en un mundo irreal, en el que no tengan cabida las consideraciones económicas. “Contigo pan y cebolla”, sí; pero calculando el precio del pan y de la cebolla y sus alternativas. Explica el profesor Polo que la economía es la ciencia que estudia los intercambios de las diversas realidades que poseen los hombres. La familia es un microcosmos en el que se producen intercambios muy intensos de diferentes realidades humanas, por lo que el análisis económico es inevitable. No desde una perspectiva utilitarista, sino desde una perspectiva humana que sitúe la economía familiar en las coordenadas del don y la gratuidad.

La conclusión de la profesora Calderón es clara: “La familia no puede ser estudiada más que desde la acción humana, lo que implica una base antropológica, pero también económica. Necesitamos pues una seria economía de la familia. Que aún está por llegar”.

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