P.- Soy la sufrida esposa de un miembro de la Junta de Gobierno de una Hermandad importante. Sigo sus comentarios y me parecen, por lo general, acertados. Pero ¿por qué no dice algo de las mujeres que se pasan los días solas, atendiendo a los hijos, mientras sus maridos están en la Casa Hermandad arreglando no se sabe qué, hasta las tantas? Y así un día y otro. Y en Cuaresma es peor, porque los domingos tiene que ir en representación de la Hermandad a la Función Principal de otras. Créame que es un tema preocupante. Conozco casos en los que esta situación ha creado, o está creando, problemas en el matrimonio.
R.- Gracias por sacar el tema. Lleva toda la razón, también yo conozco casos de crisis familiares -algunas salen a la luz, otras son llevadas en silencio- motivadas por una desordenada atención del padre a los temas de la Hermandad. Problema que ahora se amplía con la incorporación de mujeres a las Juntas de Gobierno.
No me corresponde a mí dictaminar sobre este asunto, que tiene muchos matices; pero sí me atrevo a exponer algunos criterios:
La Hermandad nunca puede ser la excusa para desatender a la familia. Las prioridades son claras y la familia y el trabajo están por delante. No hay Hermandad que justifique la desatención a la familia.
Antes de incorporarse a una Junta de Gobierno hay que sopesar todos los factores, sin coartadas sentimentales. Al argumento de que “la Hermandad me necesita”, siempre se podría oponer: “y tu familia más”. Hermanos para ocupar un determinado puesto siempre hay más de uno. Padres, o madres, en tu familia sólo hay uno.
Otro cuestión a considerar es si todas las horas que se está en la Casa Hermandad (o “en el bar de al lado” en el que se rematan los cabildos) son imprescindibles. A la Casa Hermandad se va a trabajar, no a echar un rato. Para los miembros de la Junta de Gobierno ha de ser un lugar de trabajo, no un club social. Los hay que dedican horas a actividades absolutamente prescindibles, más propias de casinos que de una Hermandad.
No digo que sea radicalmente incompatible la dedicación a la Junta de Gobierno con la dedicación a la familia. De lo que hablo es de sopesar pros y contras y, en caso de conflicto real o previsible, tener siempre la suficiente generosidad y lealtad para con la familia.
Estoy de acuerdo con usted señora, aunque mañana nos van a criticar los de siempre: a usted por intransigente, dirán; a mí por pretender dar lecciones, sentenciarán.
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