¿ Cuánto tiempo tienes para mí?

          El otro día recibí las bases de un concurso escolar, para que lo promocionara. La dinámica  del concurso no era muy original: se trataba de hacer una redacción. Lo que me llamó la atención era el tema de la redacción, que era también el nombre del concurso: ¿Cuánto tiempo tienes para mí?

            Lo convoca la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles. Es ya un tema común hablar de lo poco racional de los horarios con los que nos solemos manejar en nuestro país. Se empieza a trabajar sobre las 8 o las 9 de la mañana, se interrumpe la jornada unas dos horas para comer y luego se prolonga hasta bastante avanzada la tarde (ya la noche, en invierno).

            Las consecuencias de este horario son muchas y ninguna buena; pero hay una que hoy querría destacar: la vida de familia y  la atención a los hijos.

            Cuando los dos padres trabajan y tienen hijos pequeños suele ocurrir que uno de los dos –normalmente la madre- pide reducción de jornada, si puede, para poder atender a los hijos por la tarde cuando vuelven del colegio. A veces no es posible. La consecuencia, en todo caso, es que el padre, o la madre, o los dos, dedican poco tiempo a estar con sus hijos.

            Siempre queda el recurso de pensar que “no le dedico mucho tiempo, pero es un tiempo de calidad”. Eso, perdonen que les diga, es una tontería.  El hijo lo que quiere, más bien lo que necesita,  es estar con sus padres. El hombre es social por la naturaleza, esto quiere decir que se reconoce a sí mismo, se percibe como persona singular, en su relación con los demás, especialmente en la relación con sus padres, por eso necesita de su trato, de su compañía, de su referencia.

            Ya para el recién nacido, en su primer año de vida, es importante el contacto de la madre, su cara, su voz, su sonrisa,  sus caricias. Ese sentir al otro le hace reconocerse a sí mismo como persona. Todos hemos oído historias tremendas de orfanatos en otros países donde los niños no reciben esa atención, este trato personal y, aún teniendo pocos meses, desarrollan conductas  bastante extrañas. Son bebés tristes, silenciosos, incapaces de recibir cariño y, mucho menos, de corresponder a él.

            Por eso me parece especialmente acertado el lema de este certamen escolar: ¿Cuánto tiempo tienes para mí?, no me cuentes historias de tiempo de calidad, lo que necesito es que estés en casa, aunque no estemos jugando o haciendo otra actividad juntos, sino simplemente “estando”, comprobando tu presencia en casa.

         Me enternecen esos matrimonios mayores que se quieren sin palabras. No necesitan parlotear, ni explicarse continuamente su cariño. Simplemente estar los dos juntos, aún sin hablar; pero teniendo la referencia mutua.

        Es algo más, mucho más, que un concurso. En la sociedad actual es casi una súplica de las personas que nos quieren: ¿Cuánto tiempo tienes para mí?

 

 

 

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