Tea Party a la española

La mejor definición de cateto que conozco es la que lo presenta como «persona que desprecia lo que no conoce». Hay por ahí mucho cateto suelto, en todos los niveles sociales y culturales, que se ajusta perfectamente a esta definición.

Lo más divertido –a veces- es cuando esos ilustres catetos, animados por su ignorancia, utilizan despectivamente, o a modo de insulto, algunos de los términos o conceptos que desconocen.

Pasó con los neocon, utilizado como insulto ilustrado dirigido a los ultraconservadores y desconociendo que con el calificativo de neoconservadores se designaba a la corriente de la Izquierda, que promovía leyes y normativas políticas que reorientaran la sociedad en contra de las políticas conservadoras de siempre.

Ahora es el movimiento del Tea Party, nacido en los Estados Unidos, el que se descalifica como una cosa rancia, propia de yankis imperialistas y conservadores. Vamos, los de la Asociación de Amigos del Rifle y algunos nostálgicos del Ku-Klux-Klan (no es exageración, lo he leído en la prensa).

Las cosas son más simples. El Tea Party es un movimiento espontáneo, sin ideología definida, que surge entre ciudadanos hartos de que sean las maquinarias internas de los partidos las que manejen la cosa pública. El ciudadano corriente se ha ido alejando cada vez más de la posibilidad real de influir en la política, es decir, en un conjunto redecisiones por las que se va a ver afectado. La reacción es agruparse de forma espontánea, repito, para decidir, en cada caso y en cada circunscripción a qué candidato votar, con independencia de las siglas políticas que los amparen.

En España ha empezado a surgir un movimiento similar, adaptado a nuestras circunstancias. Si prefieren lo podemos llamar “movimientos ciudadanos” o “sociedad civil en acción”. Al margen de partidos y siglas, los ciudadanos que defienden la vida se organizan en torno a Derecho a Vivir. Las personas afectadas más de cerca por el terrorismo, junto con muchos ciudadanos más, tienen en la Asociación de Victimas del Terrorismo su plataforma de influencia. En las elecciones municipales, mucho más cercanas al contribuyente, éste ya no le pregunta al candidato sólo por sus siglas, sino cómo piensa resolver el problema de su barrio o de su calle.

En la empresa o escuchas al cliente o te quedas fuera del mercado. En la gestión de la cosa pública ocurre lo mismo; pero los partidos, empeñados en luchas internas, no se enteran. Por eso hay que seguir animando esas iniciativas que surgen de la sociedad civil y pedirles que sigan siendo tan espontáneas como hasta ahora, son nuestra esperanza.

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