Madurez

´Es una persona muy madura´, lo hemos dicho de algún compañero o conocido, a veces hasta de un niño de diez o doce años. Como contrapartida también tachamos a otros de ´inmaduros´; pero ¿qué es eso de la madurez?, ¿podemos hacer algo para cultivarla?

No lo sé, a lo que sí me atrevo es a señalar algunos rasgos comunes de las personas que calificamos maduras, y de sus contrarios: los inmaduros.

La persona madura es perseverante, marca sus objetivos y se empeña en ellos superando las dificultades que le sobrevienen. El inmaduro no es capaz de autoexigirse. En el primer repecho de la vida abandona.

La persona madura se reconoce limitada, conoce y acepta que no posee una serie de capacidades y busca complementar esas carencias. El inmaduro hace gala de suficiencia, desprecia lo que no conoce.

La persona madura es sencilla, no tiene problema en mostrarse tal cual es, con sus limitaciones y sus puntos fuertes. El inmaduro necesita aparentar, adornar su fachada, aunque dentro no haya nada.

La persona madura es dialógica, está permanentemente centrada en los demás, y eso es lo que la hace crecer. El inmaduro se agota centrado en sí mismo, consumiéndose en sus propias limitaciones, sin nada que ofrecer.

La persona madura es serena, apacible, se esfuerza en no perder la calma ante las dificultades, sabe valorar las cosas en su justa medida. El inmaduro vive en un activismo permanente con el que trata de ocultar su inconsistencia.

La persona madura sabe que la imagen surge de dentro hacia fuera, aquello tan viejo de “aunque la mona se vista de seda…”. El inmaduro, en perpetua adolescencia, necesita crear su imagen desde fuera, disfrazándose con los atributos externos que, supuestamente, le van a dotar de una determinada imagen pública.

La persona madura tiene referencias, una serie de valores que arman un modelo conceptual que le sirve de criterio. El inmaduro es esclavo de la última moda cultural, carece de referencias y se mueve en un relativismo empobrecedor.
La persona madura cultiva la fortaleza, cualidad que le ayuda a resistir en los momentos duros y a acometer cuando es necesario, aunque no resulte cómodo. El inmaduro, amarrado por su debilidad se moverá a merced del viento, buscando siempre la postura que ofrezca la menor resistencia menor resistencia.

¿Seguimos? Vamos dejarlo por hoy. Ya tenemos tarea para intentar desarrollar nuestra madurez las próximas semanas. ¿O prefiere seguir jugando a Peter Pan?

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