Comida Rápida

He leído en una revista de economía (La Actualidad Económica, junio 2011), un amplio artículo de Theodore Dalrymple que me ha llamado mucho la atención por los temas que trata, precisamente en una revista de temas económicos.

Observa Dalrymple cómo hay «personas que comen solas, aunque en la casa haya otros miembros de la familia, y nunca comen en la mesa, sino sentadas o tiradas en el sofá enfrente del televisor. Cada uno come lo que quiere, a su antojo, cuando le da la gana y siguiendo su propio horario. Incluso en una actividad tan básica como comer no se imponen un cierto grado de autodisciplina, sino que siguen totalmente sus impulsos.

»Cuando esta dejadez respecto a la comida se extiende a las demás esferas de la vida –personas que satisfacen sus apetitos haciendo el mínimo esfuerzo posible y con un mínimo grado de compromiso-, no es sorprendente que dichas personas acaben atrapadas en la miseria. Todo lo hacen sin energía y sin esfuerzo, y el placer que obtienen con dichas actividades es tan sólo momentáneo». Se han instalado, en definitiva, en una “apatía subvencionada” que va arruinando sus vidas.

Mirando a nuestro alrededor es posible que reconozcamos a más de un “apático subvencionado” (por el Estado, por la empresa o por su familia). El cuidado de los detalles de convivencia (incluso aunque uno viva sólo) es algo más que una elemental norma de cortesía, de  respeto hacia los demás, afecta a uno mismo que, por ese camino, va perdiendo su dignidad personal y convirtiéndose en un egocéntrico, agotado en un vacío espiritual y emocional, que no sabe manejar su vida.

15.08.2011

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