Reforma de reglas

P.- Se supone que las Reglas de una Hermandad son algo así como la Constitución de un Estado, el documento que se otorga la hermandad para definir sus fines y organizarse. Por su propia naturaleza debería ser un documento que durase en el tiempo. Todo lo más algún pequeño retoque, muy de tarde en tarde, para ajustarla a nuevas situaciones sobrevenidas; pero observo que, con demasiada frecuencia, las Reglas se cambian cada pocos años, lo que indica, a mi juicio, una falta de respeto a la importancia de las Reglas como documento que fundamenta y rige la vida de la hermandad.

R.- Pues lleva razón. Con motivo de la preparación del “Informe sobre la Caridad en las Hermandades de Sevilla”, publicado hace poco más de un año, tuve necesidad de  consultar las Reglas de muchas hermandades y, aunque no era ese el propósito inicial, saqué algunas conclusiones.

La principal es que las Reglas de la mayoría de las hermandades son excesivamente largas y prolijas, tratando de regular hasta los más pequeños detalles, lo que crea problemas de aplicación a medio plazo, a veces incluso a corto.

Cuando, por ejemplo, se establece en Reglas la forma en que debe ir organizado el cortejo en la salida procesional se pueden prever problemas.  Basta que se quiera introducir una nueva insignia, o cambiar las cruces de tramo, por razones operativas, para que sea necesaria una reforma de las Reglas. Intentar prever todo hasta en sus más mínimos detalles conduce a una casuística interminable

Las Reglas no están para resolver cuestiones de actualidad o para blindar determinadas posiciones personales que, seguro, perderán sentido al cabo de pocos años. Han de elaborarse con amplitud de  miras, dejando para el Reglamento, si lo hubiera,  los detalles.

Tampoco se trata de ir proponiendo reformas para sortear nuevas disposiciones de rango superior, en un permanente juego del ratón y el gato, como ocurre con la normativa tributaria.

Me atrevería a sugerir unas Reglas breves; unívocas; en las que no debe haber lugar para introducir exhortaciones pastorales ni recomendaciones a los hermanos sobre su vida espiritual (a veces se introducen en las Reglas auténticos tratados de teología moral); con un lenguaje claro y preciso; gramaticalmente correctas y con una sistematización adecuada. Las Reglas de una Hermandad son una norma jurídica que requiere en su elaboración una depurada técnica jurídica.

Me atrevería a sugerir algo más, aún a riesgo de meterme en zona pantanosa: Reglas que propongan unas Juntas de Gobierno bastante menos numerosas de las que se suelen plantear. De eso habría que hablar detenidamente otro día.

No podemos olvidar un efecto secundario que se da  en demasiadas ocasiones: una modificación de Reglas, con la necesaria discusión y votación en  Cabildo General,  es la situación ideal para dirimir viejas batallas internas, tratando de desgastar a la Junta de Gobierno o tomando posiciones para la próxima convocatoria electoral. A tener en cuenta.

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