NEWMAN  Y LAS HERMANDADES

         En las facultades de comunicación enseñan que un titular bien redactado anima, o desanima,  la lectura del texto. Esta norma puede llevar a proponer titulares exagerados o falsos. No es ésa mi intención, pero  ¿qué tiene que ver un Cardenal inglés del siglo XIX, que nunca visitó España, con las hermandades?

Una breve presentación de nuestro personaje: John Henry Newman (1801 – 1890) fue un presbítero anglicano de gran formación intelectual. Profesor y pastor en  Oxford, se convirtió al catolicismo en 1845,  posteriormente fue ordenado sacerdote.  Cofundador del  Movimiento de Oxford, que trataba de devolver a la Iglesia Anglicana  sus raíces católicas. Fue elevado al cardenalato en 1879. Tuvo que soportar críticas y calumnias desde el lado anglicano, por traidor, y desde el católico, por intruso.  Fiel a su conciencia e insobornable en sus principios. Su obra escrita es inmensa, casi inabarcable. Fue canonizado  el 13 de octubre de 2019.

Leyendo su obra he encontrado algunas reflexiones del Cardenal Newman perfectamente aplicable a algunos de los que se tienen por cofrades auténticos, de toda la vida.  En una conferencia sobre “El catolicismo en Inglaterra” (1851) arrancaba con una afirmación rotunda: «cuando los sentimientos producidos por la tradición son fuertes y obstinados, la tradición se transforma en prejuicio».

A partir de ahí va desgranando algunas de las características más evidentes de los anglicanos recalcitrantes que son perfectamente aplicables a esos cofrades que se han arrogado  el ser los depositarios de los valores de las hermandades. Las transcribo tal cual, aunque les sugiero sustituir el término “anglicano” por el de “cofrade”:

«Al anglicano (cofrade) contumaz le falta seguridad en sí mismo;   reniega de los reformadores, porque piensa que no se puede reformar la tradición; opina que los reformadores  son frágiles y necios y actúan  por notoriedad o resentimiento y  volverán al redil cuando les den un cargo,   si no vuelven es porque  no eran auténticos anglicanos (cofrades) y degeneran en autoritarios y dogmáticos».

No se puede describir con más precisión a algunos cofrades-de-toda-la-vida, ¡y este análisis es de hace ciento setenta años!

Tratemos de ser ecuánimes: las hermandades tienen una tradición, en ocasiones de siglos, a las que no solamente no se puede renunciar o ignorar, sino en la que hay que profundizar. Es necesario poseer el pasado para proyectar el futuro, de lo contrario se caería en ese  adanismo del que hacen gala algunos, no sólo los políticos, que   ignoran todo lo anterior y creen que el mundo empieza con ellos; pero la afirmación de las raíces no es la  reinterpretación del pasado como una época dorada, sin sombras, atendiendo sólo a lo superficial, cayendo  en ese “bucle melancólico” del que habla un pensador contemporáneo, que lleva a interpretar como una  agresión cualquier opinión que no se ajuste a sus cánones, entendiendo la religión, y también  las hermandades, como algo subjetivo basado en  la experiencia personal mal digerida.

Sólo desde un profundo conocimiento de la historia de las hermandades, y del contexto social en el que se han ido desenvolviendo, se puede abordar el estudio del papel que han de desempeñar en la sociedad actual. Empeñarse en defender lo de siempre a cualquier precio (“siempre se ha hecho así”)  puede ser tan peligroso como emprender nuevos caminos en el vacío, sin soportes,  por el prurito de hacer cosas nuevas. Su profundo conocimiento de la Historia de la Iglesia y su honradez intelectual fueron los que permitieron a San John Henry Newman influir decisivamente en la sociedad de su tiempo y sentar las bases del catolicismo actual en su país y en toda la Iglesia.

 

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