EVALUACIÓN

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Cualquier cofrade que se precie sabe que los fines de una hermandad,  aquellos para los que se ha fundado, son promover el culto público, formar a sus hermanos, fomentar en ellos la Caridad y santificar la sociedad desde dentro (éste se suele olvidar).

El trabajo de la junta de gobierno ha de ir encaminado hacia estos fines, aunque a veces el día a día hace perder perspectiva y la hermandad se enreda en temas puntuales que, siendo importantes, no resultan decisivos.

Los estudiantes son evaluados periódicamente. Las empresas preparan   su   balance y cuenta de resultados. Muchos fieles tienen la costumbre de hacer cada año  ejercicios espirituales. Ejemplos de que cualquier persona u organización tiene que reflexionar cada cierto tiempo cómo va su vida espiritual, académica, empresarial, o la que sea, para reorientar su empeño.

¿Y la hermandad? En la medida es que una hermandad es una organización de personas con una misión definida, parece que también sería conveniente evaluarla,  tener una visión de conjunto lo más detallada posible, a modo de fotografía, para orientar su  actividad en un sentido u otro.

A modo de ejemplo, empezando por los hermanos: sería interesante comprobar cómo va evolucionando el número de hermanos; cuál es su edad, por tramos; en qué zonas o barrios se concentra más densidad de hermanos;  cuál es el número real de hermanos, sin contar las bajas encubiertas de quienes hace tiempo que no pagan cuotas.

También hay que considerar si las cuentas anuales  a presentar en el Arzobispado, son una molesta obligación que hay que cumplir todos los años o  una eficaz herramienta de gestión y análisis. Verificar  si se está al día con la Agencia Tributaria y demás organismos oficiales. Es fastidioso, pero necesario.

En lo que se refiere a la formación habría que examinar si cada año se fija un plan de formación para los hermanos o las actividades de formación se van organizando conforme se van ocurriendo. Y ya que hablamos de formación puede dar muchas pistas el número de hermanos, en números absolutos y en porcentaje, que asisten a esas actividades. En el caso de que la hermandad facilite de algún modo a los hermanos acercarse al sacramento de la confesión, comprobar –con absoluto respeto a la libertad y discreción- la respuesta de los hermanos a esa invitación de la hermandad.

De acuerdo que la simple cuantificación de algunas  de estas variables es insuficiente. Ni  la formación, ni la disposición interna de cada uno en los cultos, ni la caridad se pueden reducir a números (¿cuánto vale una hora de voluntariado o de acompañamiento a un enfermo?); pero el número de medio de asistentes a las actividades de formación, o de horas de voluntariado, o el porcentaje de ingresos dedicados a caridad sobre el total de ingresos, sí; además pueden dar alguna orientación, especialmente si se va viendo la evolución en el tiempo de estas variables.

Otro capítulo importante sería el de adquisición y conservación  del patrimonio. La magnificencia del culto y la conservación del patrimonio artístico es una gran responsabilidad. Aquí también sería interesante reflexionar sobre si las nuevas incorporaciones de elementos patrimoniales son necesarias o se acometen a mayor gloria de la junta de gobierno.

Se podrían añadir  muchas más variables, éstas son sólo algunas sugerencias. Lo interesante es que cada hermandad identifique su propio listado de variables, las recoja  y analice en su conjunto con el fin de  tener una radiografía  de su situación y poder orientar su actividad de la manera más eficaz y eficiente.

 

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