Recomenzamos

“Los tiempos están cambiando” (the times they are a changing…),

cantaba no hace mucho  en Sevilla Bob Dylan.


Ahora estamos en  la era de la posverdad, una verdad construida no sobre hechos objetivos, sino apelando a las emociones o deseos del público. Una época en la que,  a la hora  de formular una opinión pública o determinar una postura social,  los hechos objetivos y reales tienen menos credibilidad o influencia que los sentimientos. No hay elementos de análisis, no hay unas convicciones permanentes que sirvan para contrastar las opiniones. En este escenario los modelos culturales se suceden y no tienen arraigo, se frivolizan.

Los cofrades, y consecuentemente las hermandades, no son ajenos a la sociedad, son la sociedad y se ven también afectados por esas  corrientes de opinión que  se generan y circulan cada vez a mayor velocidad. Una  “aceleración del saber” que lleva a  perder la confianza en los principios de la sociedad cristiana europea, que tiene sus pilares en la filosofía griega, el derecho romano y  la tradición judeo-cristiana. Pueden caer en el peligro de tratar de de  solucionar los problemas o de analizar la realidad aferrándose a  viejas fórmulas  recicladas bajo la forma de  estado del bienestar, relativismo, nueva cultura, populismos, etc. “Una sociedad en la que el criterio y la medida de lo humano se pierde cada vez más” (Benedicto XVI)

Una de las misiones de las hermandades es “la animación con espíritu cristiano del orden temporal “(c. 298 §1). Dicho en un lenguaje más llano: las hermandades han influir positivamente en la sociedad.  Forma parte de su misión, por tanto, participar en esta batalla cultural, redefinir las bases sociales que sustentan el contrato social y hacerlo además con rigor intelectual.

Las hermandades no pueden ir aislándose progresivamente en  un ghetto (excluyente como todos) mientras se esfuerzan en hacer mejor o más eficazmente  lo mismo de siempre. Tienen que  poner los medios para mantenerse fiel a su  misión. Para eso han de comenzar por fundamentar sus  planteamientos e ir a la confrontación de ideas con la seguridad de que la superioridad moral e intelectual está de su parte, porque se fundamentan en  una mejor antropología, una mejor teología, iluminadas por la Revelación.

Asentados los principios y valores, sobre la base de la antropología cristiana, y definido un modelo de análisis de la realidad, es el momento de  repensar la gestión de la hermandad, con visión de futuro,  más allá del día a día.

Una hermandad no se resuelva en un solo eje, el de las actividades: cultos, formación y caridad. Esas actividades son imprescindibles, constituyen los medios para alcanzar los fines,  pero necesitan un segundo eje, que se refiere al modelo de gestión, para que todas esas actividades se realicen de forma ordenada y efectiva, que no sean un amasijo de iniciativas más o menos originales,  sino que respondan a un plan, que construyan un relato y se encaminen a la consecución de los  objetivos previstos.

Pero todo esto ha de alojarse en un marco de referencia que es el modelo conceptual de la Hermandad, el conjunto de ideas y valores que explican una realidad compleja y que permite el análisis del entorno y tomar decisiones adecuadas en cada momento, no actuar  por reacción, o por inercia

A todo esto hay que añadir una nueva dimensión: el tiempo, que posibilita la visión estratégica, para que cuando llegue el futuro la hermandad se encuentre esperándolo.


Recomenzamos nuestra tarea aportando ideas al debate del papel que han de jugar las hermandades en la sociedad actual y sobre cómo han de jugarlo. Ideas que se pretenden con un cierto rigor intelectual, como corresponde a un debate serio. No constituyen un modelo cerrado de pensamiento,  son reflexiones expuestas a título personal. No pretenden estar en posesión de la verdad, sino aportar puntos de vista  contrastables.

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