CÍRCULOS CONCÉNTRICOS

Si hubiera que representar gráficamente una hermandad quizá el mejor esquema sería una sucesión de círculos concéntricos que van ampliando su diámetro hasta dar cabida a todos los hermanos de la nómina.


En el primer círculo estarían incluidos ese pequeño grupo de hermanos, que no sobrepasa el diez por ciento, o incluso menos, que forman el núcleo de la hermandad. Se aglutinan por razones familiares, de vecindad, amistad o cualquier otra causa. Son los que gestionan, directa o indirectamente,  la hermandad.

Un segundo círculo lo integran los asiduos a los cultos semanales o cultos anuales y Función Principal. Siguen la hermandad de cerca y se interesan por ella, aunque no estén en el día a día. Algunos incluso van a la Comida de Hermandad junto con los del círculo anterior.

En el siguiente círculo se sitúan los que son hermanos de «papeleta de sitio». Su vinculación efectiva con la hermandad se concreta en salir de nazareno cada año, mientras el cuerpo aguante. También los que recuperan la costumbre de salir cuando nacen los primeros hijos y lo sacan de nazareno o acólito, si las  Reglas lo permiten, como hacía su padre con ellos.

Queda el resto, quizá el grupo más numeroso, los que se hicieron hermanos, o lo hicieron sus padres, cuando nacieron y continúan siéndolo por una mezcla de cariño, tradición y nostalgia, pero su vinculación no se manifiesta en una presencia activa en la hermandad.

Esta situación no tiene por qué ser criticable.  Es la realidad y punto;  pero se debe intentar mejorar. El problema es que los núcleos centrales suelen establecer, consciente o inconscientemente, barreras de entrada a la presencia de nuevos hermanos en su círculo, como las que coloca el mercado a la aparición de nuevos competidores.  Puede  ser por comodidad, a veces cuesta salir de la zona de confort en un grupo de relaciones consolidadas y dar entrada a nuevos actores. También puede ser por desconfianza: ¿por qué quiere éste acercarse ahora a la hermandad?, ¿qué intenciones trae? Ninguna de las dos es aceptable. La  nota característica de una hermandad ha de ser la apertura, en primer lugar a los hermanos, y también a todo el que se acerque, sea hermano o no. La hermandad ha de ser don, personal e institucional. A la hermandad se va a enriquecerse humana y espiritualmente, no a disfrutar de un club privado. 

Es importante que los más cercanos se empeñen positivamente en conseguir que las barreras que separan los círculos sean cada vez más permeables, hasta que se transite por ellas con absoluta libertad. Convertir los círculos concéntricos en una gran esfera, en tres dimensiones, en la que cada cual se mueva con absoluta libertad, según sus cambiantes  circunstancias personales, unas veces cerca del núcleo, otras por la periferia, pero siempre en el ámbito de seguridad afectiva, doctrinal y material que ha de generar la hermandad, sin compartimentos estancos.

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