LO DEL IVA

No voy a comentar la decisión de la Administración Tributaria de aplicar el  Impuesto Sobre el Valor Añadido al alquiler de  las sillas y palcos, lo que supone un incremento del 21% en el precio a pagar por los usuarios. Bastante se ha dicho ya. Sólo añadir dos cosas: la primera es que la gestión del Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla en este asunto creo que ha sido impecable. Se ha hablado con todas las instancias que había que hablar y se ha posicionado como interlocutor. También la política de comunicación, sobria y clara, ha sido la correcta, aunque sea para ofrecer noticias poco agradables. Por último  la rapidez en su aplicación ha evitado demoras inútiles que hubieran creado falsas expectativas. Y todo ello con absoluta discreción, buscando soluciones, no un protagonismo victimista. 

Puede que el partido no haya terminado, pero ahora lo que procede es «solve et repete» es decir: pagar y luego reclamar, y en eso estamos.

A la vista de los últimos acontecimientos políticos cabe pensar, y lamento ser  agorero,  que esto no ha hecho más que empezar. No seré yo quien de ideas a los políticos,  pero hay más posibilidades de apretar fiscalmente a las hermandades y a los Consejos y no por un afán recaudatorio. En contra de lo que se pudiera pensar la aplicación del IVA al alquiler de las  sillas no va a suponer un gran aumento de la recaudación por parte de  Hacienda. El concesionario, el Consejo, podrá deducirse, el IVA soportado en el ejercicio de su actividad, como cualquier sujeto pasivo, con lo que la liquidación final no va a ser excesivamente importante;  pero el efecto para el consumidor final –el sufrido abonado-  sí será alto: un incremento del 21%. 

Hay además un efecto secundario a tener en cuenta: hay una clara relación entre la presión fiscal y los ingresos que ésta genera y está comprobado que  a partir de un punto el continuo aumento de la presión fiscal provoca que la recaudación baje, porque el consumo y la actividad económica disminuyen. Es difícil de prever, pero podría darse el caso que el aumento continuo de los precios de las sillas provoque que se vendan menos abonos, no a corto plazo, pero sí como tendencia. Eso supondría menos  ingresos para el Consejo y, consecuentemente, para las hermandades.  

En resumen: que la presión fiscal ejercida directa o indirectamente sobre las hermandades no va a producir un gran efecto en las cuentas públicas, pero sí puede poner en dificultades a algunas corporaciones.

Hay hermandades que tienen un gran número de hermanos y mayor aún de devotos, que proporcionan a la hermandad ingresos suficientes para su gestión; pero muchas  dependen de los recursos que les aporta el Consejo. No hace mucho, en esta misma sección, en un artículo  titulado  “El síndrome de la rana hervida” decía:

«Nos estamos acostumbrando a planificar la hermandad en base a las mal llamadas subvenciones. Situación muy peligrosa. Si una hermandad  tuviera por cierto que sin las entregas del Consejo no podría subsistir tiene un serio problema… No podemos planificar el futuro de la hermandad sobre la base de una financiación que depende la buena voluntad de los políticos de turno.

»No se trata de crear alarmismo, sino de enfocar los temas con perspectiva de futuro. De la misma manera que un cabeza  de familia responsable hace sus previsiones, las Juntas de Gobierno habrán de reflexionar sobre nuevos posibles escenarios».

Pues mira por donde tuve la mala pata de acertar. Esos nuevos escenarios  ya se están perfilando y obligan a las hermandades a una reflexión profunda de su modelo de gestión; pasar de un modelo centrado en actividades y estrenos a otro sustentado en valores, poniendo el foco en la misión de las hermandades. Esto no se improvisa, pero hay que empezar ya a plantearlo para que cuando llegue el futuro nos encuentre esperándolo. Ya hablaremos.

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