EL TIEMPO QUE TE QUEDE LIBRE

¿Aceptaría usted el canibalismo como una práctica social aceptable? Es evidente que no; pero no esté tan seguro. Superado el debate sobre el aborto, ahora ya lo que se plantea es si las niñas de 16 años pueden o sin el conocimiento de sus padres. Simultáneamente se  abre otro frente: el de la eutanasia, o si lo prefieren,  para que resulte menos agresivo, el derecho a una muerte digna. En definitiva: matar a los niños y a los mayores.


¿Cómo se llega hasta aquí? La ventana de Overton es una teoría política que describe como una ventana estrecha el rango de ideas que la sociedad puede encontrar aceptable, para eso se trata de ir avanzando en la presentación de esas ideas, en principio impensables, que luego pasan a ser patrimonio de minorías radicalizadas que las toman por bandera, hasta que se empiezan a considerar aceptables, primero, y sensatas, después. Es entonces cuando entran en el debate político hasta conseguir amparo legal. Esta teoría sirve, entre otras cosas, para manipular a las masas de una manera tan atroz como efectiva. 

En Sevilla se estima que casi el 40% de la población pertenece a una hermandad. Aún descontando los niños y los que pertenezcan a más de una, este porcentaje da idea del peso sociológico que tienen los hermanos en nuestra sociedad.

No parece razonable que en una sociedad tan capilarizada por las hermandades  pueda avanzar este equívoco concepto de “muerte digna” hasta hacerlo primero socialmente aceptable y luego legalmente  viable. No se trata ahora de lanzar manifiestos corporativos en contra de la eutanasia, sino de ir analizando y desmontando las raíces supuestamente culturales de estos planteamientos, fundamentar las propias convicciones y  pasar luego a la acción. 

Argumentan los defensores de la eutanasia que la vida sólo se puede  considerar digna cuando, a juicio de uno mismo  o de un tercero, tiene un nivel aceptable de calidad, cuando la calidad de vida se considera pobre no merece la pena prolongarla. No se reconoce que la vida tiene un valor por sí misma.

Otro argumento es una errónea idea de la compasión.  Para no sufrir es mejor morir. Pero la compasión no es provocar la muerte, sino ofrecer afecto, atención y medios para aliviar el sufrimiento.

Se reduce así el concepto de caridad a un acuerdo social: cada uno recibe los cuidados y la asistencia que la utilidad social o económica hacen conveniente, lo que produce el  empobrecimiento de las relaciones interpersonales, de la solidaridad y de la acción social. Desaparece el don de la gratuidad que está en la esencia de la Caridad.

Es importante  ahora para las hermandades trabajar en el campo de las ideas, desmontando  la  falsa cultura de la muerte y fundamentando la  cultura de la vida; para pasar luego a la acción en el campo de los  cuidados paliativos. Una amplia tarea para las hermandades y sus  comisiones de Caridad, actuando en solitario o conjuntamente.

Son tiempos complicados,  el coronavirus está alterando el presente y futuro de las hermandades. El futuro de los desfiles procesionales, cultos y las próximas elecciones ocupan el tiempo de las juntas de gobierno, pero estos no son los únicos temas que han de reclamar ahora la atención de las hermandades. La  voz queda  de  María Dolores Pradera desliza una petición a las juntas de gobierno en nombre de los mayores: “El tiempo que te quede libre, si te es posible, dedícalo a mí;  a cambio de mi vida entera, o lo que me queda, y que te ofrezco yo”.

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