SUPERLIGA COFRADE

No soy tan experto en fútbol como para exponer una opinión más o menos fundada sobre la oportunidad de esta iniciativa; pero leyendo algunos comentarios he encontrado algunos datos interesantes.

Según  estudios fiables al cuarenta por ciento de los jóvenes entre dieciséis y veinticuatro años  la transmisión de partidos de fútbol les aburre. Les interesan formatos cortos, resúmenes que capten su atención, con un desenlace  rápido y en el que puedan interactuar.


A ese interés responden las nuevas plataformas como Twitch, una red social enfocada a la transmisión en streaming de videojuegos en la que  también tienen cabida transmisiones deportivas y otras actividades relacionadas. A muchos  jóvenes les interesa el fútbol  como una distracción más, siempre que las transmisiones acepten  sus  reglas de juego; pero los responsables del fútbol no se han preocupado de atender esta nueva demanda y se han centrado en promocionar el fútbol-espectáculo en mercados emergentes.  A buena parte de las nuevas generaciones les falta la experiencia de compartir, de formar parte de un grupo, de un sentimiento por un club. Al descuidar la creación de público joven  el futbolero envejece sin relevo generacional

¿Y esto que tiene que ver con las hermandades? Bastante. No tenemos compartimentos estancos, es la misma persona la que trabaja, atiende su familia, sale con sus amigos o disfruta con su afición favorita. También la que, en muchos casos,, profesa una fe que  da unidad y coherencia a todo su vida, trascendiendo  los aspectos  sentimentales, aunque se apoye en ellos,

Con la pandemia han aumentado exponencialmente las transmisiones de cultos, con una peculiaridad: los espectadores pueden participar  desde sus casas en la transmisión añadiendo comentarios en directo. La mayoría de estos comentarios son prudentes, pero también los hay desafortunados que provocan la inmediata reacción de otros espectadores. Se puede dar el caso de que mientras se desarrolla la función principal se monte un debate  paralelo sobre la oportunidad del cambio de la banda de música.

Lo mismo podemos decir sobre Twitter: en ciento cuarenta caracteres es imposible desarrollar un razonamiento complejo, todo se simplifica y se reduce a un a favor o en contra sin matices. Si hablamos de TikTok o de otras redes es más de lo mismo.

Las redes no son positivas ni negativas, son neutras; medios a utilizar adecuadamente sin dejar que se  apropien o condicionen el mensaje (resucitando  la vieja afirmación de que “el medio es el mensaje”). Por eso es peligroso lanzarse a las nuevas  tecnología sin ponderar previamente las posibilidades de cada medio y su influencia a medio y largo plazo en el comportamiento de los usuarios, de los hermanos.  Habrá quien argumente  que las hermandades tienen que adaptarse a los nuevos usos sociales. No. Lo que deben  hacer es intentar mejorar  la sociedad, no mimetizarse con ella ni asumir sus formas sin atender a sus fines.   

Que no pase como en los años setenta en los que con la excusa del  “aggiornamento”, de la actualización de la Iglesia,  se resucitaron  viejas herejías como  el pelagianismo (que tanto preocupa  a Francisco) o un cierto gnosticismo disfrazado de religiosidad popular. 

Esto no supone ser ajenos a las nuevas corrientes,  lo que conduciría las hermandades a la mediocridad, a ser rebaño, no pastores; pero la utilización de las redes sociales no es indiscriminada, requiere personas, o equipos, con dominio de la técnica, expertas en comunicación institucional y con buena formación doctrinal, al servicio de los hermanos y de la Iglesia. Eso exige una rigurosa formación previa.

Y aprender de los errores ajenos, también de los del fútbol.

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