¿Imagina que pide en un restaurante tortilla de patatas y le sirven en una copa de cóctel confitura de cebolla, crema de huevo y una espuma de patatas? Tiene dos posibilidades: salir del restaurante jurando no volver, o poner cara de entendido y saborear lo que viene a ser una “Tortilla de Patatas Deconstruída”. No es ninguna broma, esta idea del cocinero español Ferrán Adriá ha supuesto una revolución culinaria a nivel internacional.
Esto que en la alta cocina es una nueva línea de trabajo, para algunos revolucionaria y para otros no pasa de ser una tomadura de pelo, tiene su réplica en la vida social y ahí las consecuencias son más importantes.
Según el diccionario de la Real Academia, deconstruir es «deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura». Eso es lo que hace la nueva cocina: descomponer una tortilla de patatas en sus elementos, para recombinarlos y crear algo nuevo.
Lo de la tortilla de patatas es cierto, pero la deconstrucción es la propuesta del filósofo francés Derrida. Consiste en desmontar un concepto, a través de un análisis intelectual, y reconfigurarlo, creando así nuevos conceptos.
Este planteamiento está teniendo importantes consecuencias sociales. Ahora, por ejemplo, estamos asistiendo a la deconstrucción de la familia, a la que se descompone en sus elementos, padre, madre, hijos, a los que se despoja de sus notas diferenciales, que no son –según dicen- más que reglas de comportamiento o normas “construidas” por quienes integran una cultura o sociedad. A continuación se dota a cada elemento de normas distintas y se recombinan, obteniendo una gran variedad de modelos de familia, incluso la familia natural, que ahora pasa a denominarse “familia tradicional”, un modelo más, un tanto obsoleto, a elegir entre las distintas posibilidades.
Lo mismo con el género: no existe una definición objetiva de género masculino o femenino, son construcciones sociales cuyo contenido dependerá de lo que dicte la sociedad en un tiempo y espacio determinados. La cuestión se complica, porque las realidades sociales deconstruídas se van enlazando entre sí, como las cerezas, y derivan en nuevas propuestas presentadas como conquistas de una sociedad posmoderna: aborto, eutanasia, educación estatalizada, incompatibilidad entre fidelidad y libertad y muchas más.
No es este el momento de analizar y rebatir estas ideas, ahora lo que interesa es poner un cortafuego a las hermandades, porque este modelo de pensamiento es invasivo, se extiende de unas realidades a otras y puede dar lugar a “hermandades deconstruídas”.
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