EL EFECTO GIOCONDA

Desconfío de los “libros de autoayuda” que, normalmente,  sólo ayudan al bolsillo del autor y la editorial, por eso suelo ser bastante selectivo a la hora de seleccionar  textos que, de una u otra forma, hagan referencia a la mejora personal

Si me he atrevido con “El efecto Gioconda” ha sido, fundamentalmente, porque conocía al autor, Manuel Álvarez,  y sabía que no me iba a defraudar. Tomando como referencia la mirada de la Gioconda, enigmática, profunda, irónica, atenta, Alvarez nos propone una serie de reflexiones sobre cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo nos perciben los demás, o creemos que nos perciben, condicionando así nuestras actuaciones.

El hombre es dialógico, se realiza y perfecciona en su relación con los demás, de la calidad de estas relaciones y de la manera de abordarlas dependerá, por tanto, su desarrollo personal. Ése es el argumento de “El efecto Gioconda”.

Más que un tratado convencional  sobre psicología se trata de una conversación, en la que el autor va deslizando su experiencia, no de modo académico, sino en charla de  amigo.  Como en cualquier conversación, la frase o la idea que te atrapa salta en cualquier momento: “el dolor compartido se reduce, el gozo compartido se acrecienta”; “cuando se tiende a igualar por los mínimos se destruye lo más específico del ser humano”; “saber esculpir adecuadamente el cerebro y el modo de vivir”; “no cultivar resentimientos. Aprender a perdonar, comprender, disculpar y transformar el dolor en amor”; “vivir la vida como don y como tarea”. Así podía seguir. No son frases bonitas para adornar una conversación, son ideas entresacadas de sus páginas.

Un libro para leer desordenadamente, si le apetece,  o siguiendo rigurosamente el índice.  Una charla distendida con un amigo de la que se pueden sacar ideas, para sí o para los demás: mujer, amigos, hijos,…

Le animo a mirar y dejarse mirar por la Gioconda.

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