Instrucciones de Uso

Seguro que conoce la anécdota de la señora que lavó su gato y lo metió en el microondas para secarlo, con el resultado que ya se puede imaginar. No he podido averiguar si realmente ocurrió o es una de esas mentiras que, a fuerza de repetirse, se convierten en ciertas; pero es muy reveladora.

Imagine que le regalan un aparato extraño, que no ha visto nunca ni sabe para qué sirve. Lo primero que necesitará será conocer qué es, cuál es su utilidad, para darle un uso adecuado. Luego habrá de consultar el libro de instrucciones para saber cómo se debe manejar. Sólo así estará a salvo de posibles peligros y del riesgo de estropear ese aparato por una manipulación inadecuada. Pues algo tan sencillo como eso es lo que tenemos que hacer no sólo con ese supuesto aparato extraño que algún día nos puedan regalar, sino con las realidades de cada día, muy especialmente con las personas  con las que nos relacionamos, especialmente con nuestros hijos y con quienes trabajan con nosotros.

El procedimiento es, básicamente, el mismo: conocer qué es ser persona, cuál es su realidad, identificar las normas de actuación que hacen que la persona se desarrolle de acuerdo con su naturaleza y tratar de conseguir que las cumpla, mejorándose así en su realidad como persona y mejorando a los que se relacionan con él.

Si lo prefieren en un tono más académico podemos decir que la realidad, conocida por la razón determina cuál es la forma de actuar para adecuarse a esa realidad; esa forma de actuar que mejora a la persona es, precisamente, la ética.

A todo esto se podría añadir que, desde el cristianismo, el conocimiento de la razón se complementa y amplía con la Fe; pero incluso sólo con la razón nos basta, por ahora.

No se trata, por tanto,  de actuar – y animar a actuar a los demás- como a cada uno le  apetezca. Tampoco vale el relativismo de decir “esa es tu ética, o tu manera de pensar; pero yo tengo la mía, tan válida como la tuya”. Pues no: son  válidas, son humanas, aquellas actuaciones o comportamientos que refuerzan mi condición humana, que me hacen ser más hombre, o más mujer. Las que no, son inhumanas, empobrecen y degradan a la persona.

Mi responsabilidad como padre, o como directivo, es tratar a los demás de acuerdo con su realidad humana, creando así espacios de excelencia personal en los que cada uno es tratado  de acuerdo con su realidad personal.

  1. Ana Fernández Medina

    Si existieran los Oscars al mejor directivo…… tú te llevarías uno seguro!!!! Ojalá hubiera algunos directivos más que pensaran como tú en la ética!! Enhorabuena.

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