Cofrades

P.- No sé si mi pregunta encaja mucho aquí, pero me atrevo a comentarle algo que me molesta: ¿qué opinión le merecen algunos cofrades oficiales que se sienten con derecho a otorgar o retirar la condición de “cofrade” a otros en función de sus criterios personales? Digo que me molesta porque a veces se pasan en sus comentarios y apreciaciones.

R.- Aquí encaja cualquier tema relacionado con las Hermandades. ¿Mi opinión?, me provocan la misma sonrisa triste que esos números de circo en los que seres creados para pasear su libertad se ven limitados a moverse en el reducido círculo de una pista limitada por barrotes, atentos a las órdenes del domador,  para que nadie se salga de los límites de su ortodoxia. Actores y espectadores simultáneamente de un espectáculo siempre repetido.

Hay formas de ser cofrade que no consisten sólo en ser especialistas en costaleros, bandas de música, flores, itinerarios y otros aspectos que, que teniendo su importancia, no son los únicos a considerar. Cofrades son los que desde pequeños acompañaron  a sus padres en  el día a día de la Hermandad y hoy son los depositarios de las tradiciones que mantienen el estilo de la misma. También los que viven su Hermandad en el interior de su corazón, sosteniéndola con sus cuotas y su oración, saliendo de nazareno o viéndola pasar por ese rincón que despierta su memoria sentimental. Sin afán de protagonismo, día a día, año a año;  pero si algún día la Hermandad les llama allí están, poniendo a su disposición su trabajo y sus  capacidades.

Ocurre que hay quienes no entienden este desprendimiento y desconfían, cerrándose en un círculo tribal de connotaciones freudianas. Incapaces de vivir su libertad, nostálgicos de un pasado que nunca existió,  intentan construir el futuro mirando al retrovisor. Temerosos de la libertad que Cristo nos ganó, prefieren la seguridad del rebaño. Sin reconocer el talento ajeno porque pone en peligro su seguridad personal.

 Las hermandades necesitan del concurso de todos los cofrades. No sobra nadie con buena voluntad y capacidad. Al final la razón se impone y las ideas se van abriendo camino. A ello contribuye el  “sensus fidelium”,  esa  sensibilidad especial que posee la universalidad de los fieles para no fallar en sus creencias y que se manifiesta en las gentes de buena voluntad, con independencia de su nivel intelectual.

Bueno, pues esa es mi opinión. Muchas gracias por su confianza.

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