Otra vez los programas de formación

P. Hace unas semanas hablaba en esta sección de los programas de formación que deberían seguir los miembros de las Juntas de Gobierno a candidatos a las mismas, según el art. 32º.5  de las Normas Diocesanas y de la dificultad para cumplir este requisito que, en la práctica, no se exige; pero me queda una duda: si las hermandades llevan toda la vida funcionando con normalidad sin que los miembros de sus Juntas de Gobierno hayan seguido jamás esos programas y no ha pasado nada, a lo mejor es que no es tan importante hacerlos. Vamos, que son absolutamente prescindibles. ¿No cree?

R.- No sé. Pueden parecer  prescindibles, como dice, porque nadie los ha hecho y no se ha notado nada. Pero es que no tenemos referencias, no sabemos, al menos yo no lo sé, cuál sería la situación de las Hermandades si todos, o un porcentaje importante de miembros de Junta de Gobierno hubieran realizado esos programas.

Desde luego no  cabría  esperar  cambios espectaculares. No es eso. La asistencia a un curso por parte de sus responsables no cambia ninguna organización. Lo que la cambia es la voluntad decidida de la Junta de Gobierno de sacar adelante un proyecto completo, coherente, bien elaborado y mejor ejecutado.

Hay dos peligros: por una parte la reducción del Programa a la obtención de un certificado de asistencia, “de un papel”, exigido por las Normas Diocesanas, sin ningún efecto práctico. En cualquier programa de formación, del tipo que sea, la obtención del papel, del certificado, es la consecuencia, no la finalidad.

El otro peligro, más sutil y que de alguna manera condiciona al anterior, es el contenido de esos programas de formación. Corren el peligro de convertirse exclusivamente en unas clases de Iniciación Cristiana dirigido a un público muy heterogéneo y poco adaptado a sus intereses y necesidades; interesantes, por supuesto, pero con poca aplicación práctica inmediata, lo que haría que se convirtieran en un penoso formulismo para obtener el dichoso certificado.

Sin pretender fijar criterios me atrevo a sugerir  dos grandes bloques de temas a tratar en estos programas:

  • Un conocimiento básico del Catecismo de la Iglesia Católica (Compendio), incidiendo especialmente en  el conocimiento de la Iglesia e identificando las Hermandades como parte de la Iglesia, de cuya misión participan por delegación.
  • Conocer la doble personalidad jurídica de las hermandades -eclesiástica y civil-, y las consecuencias derivadas de esta situación y adquirir las actitudes y los conocimientos básicos para el gobierno de una Hermandad, como organización de personas.

Todo esto impartido en una  mañana no da para formar grandes teólogos, o expertos contables, ni falta que hace; pero sí para centrar un poco los temas básicos.

Y con el mes de julio este Consiliario se despide hasta el mes de septiembre. ¡Que tengan un feliz descanso! En septiembre seguiremos hablando, si Dios quiere.

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