¿Hermandades o empresas?

P. Es un tema recurrente, que sale a la luz de vez en cuando: la vieja polémica sobre si las hermandades han de ser dirigidas como empresas o eso es desnaturalizarlas. ¿Cuál es su opinión?, aunque le sigo y creo que ya sé la  respuesta.

R. Sí, es un tema bastante recurrente. Se lo digo por experiencia propia, a veces lo he sufrido  en mis propias carnes (lo de “sufrir” es una frase hecha, en realidad no me afecta demasiado).

Hermandades y empresas son realidades distintas, no hay que ser muy agudo para darse cuenta,  pero tienen un punto en común: ambas son organizaciones de personas, con misiones distintas, desde luego, pero ambas buscan cumplir su misión, para lo que han de alcanzar una serie de objetivos. Ambas constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera, no sólo de  sus  hermanos o de sus clientes.

 Es más, puedo asegurarle que en la literatura de dirección de empresas se encuentran bastantes claves para el gobierno de hermandades, siempre que se sepa diferenciar los ámbitos.

Como en toda labor de gobierno,  también en el gobierno de hermandades subyace una determinada visión de la persona, de la propia Hermandad y de su misión en la Iglesia y en la sociedad. Hay que recordar que, incluso antes de entrar a considerar  la misión propia de las  hermandades de ayudar al perfeccionamiento cristiano de sus miembros, también en ellas –mejor, de modo especial en las hermandades- el humanismo cristiano y sus propuestas,  su  concepción de nuestro ser humano, no sólo no ha de resultar  extraño a la dirección de  las mismas, sino que le proporciona un perspectiva realmente humanizadora, atenta al servicio de los demás, descubridora de nuevos horizontes. Caben muchos modelos de Hermandad, al Hermano Mayor compete procurar que sean coherentes con un enfoque cristiano del hombre y de la Hermandad (lo que nos lleva a esto nos lleva a considerar la formación continua de la Junta e Gobierno y de los hermanos. Formación que nos lleva a ir más allá de lo inmediato, a adquirir unos modelos que sirvan de referencia para analizar la realidad y tomar decisiones.

El concepto de miembro de una Junta de Gobierno o de directivo de una empresa,  alude a un persona de acción sometida a muchas exigencias, que a menudo experimenta temores ante incertidumbres y factores difíciles de controlar.

Por eso en cualquier organización, y de modo especial en las hermandades, es esencial identificar la misión de la misma,  los objetivos a alcanzar para cumplir esa misión  y las actuaciones a realizar para conseguirlos. Lo demás es prescindible, o ha de pasar a un segundo plano. Sin embargo hay veces en que  precisamente por no identificar qué es lo fundamental, aquello en o que hay que centrarse, se termina dedicando tiempo y energías a temas accesorios que nos distraen de lo esencial.

Claro que todo esto supone esfuerzo y embarcarse en una incierta aventura y hay quien no está dispuesto a pensar, a salir de su espacio, a abrirse a nuevos horizontes, a encontrar el tiempo necesario para mejorar su formación cristiana y para tratar personalmente a Dios. En definitiva: a asumir el riesgo de vivir su libertad.

Aún los hay que, ante estas propuestas, sonríen con displicencia. Son los mismos que  siguen anclados en el consejo de aquel poeta del siglo XIX: “Si quieres ser feliz, como me dices, / no analices, muchachono analices“.

Y encantado de recobrar el contacto con los seguidores de esta columna tras estas semanas  de vacaciones.

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