De la ilusión al desencanto

P.- A veces sorprenden algunas noticias, o rumores, protagonizadas por hermanos que mantienen actitudes o plantean iniciativas impropias no ya de una hermandad, sino de cualquier organización de personas. Lo que se me viene a la imaginación al escuchar  noticias de ese tipo es ése pasaje del Evangelio en el que  Jesús entró en el templo  echando de allí a más de uno a latigazos.

R.- Bueno, no se puede generalizar. Más que hermandades lo que hay en algunos casos  son personas a las que habría que decirles que se han equivocado de sitio. Hermanos cuya especialidad es ir provocando crisis que llevan a la hermandad “de la ilusión al desencanto”, precisamente el título de un libro sobre economía, publicado hace unos años, en el que sus autores analizan cómo algunos países (ellos son argentinos) se mueven en ciclos que van de la ilusión por  sacar la economía adelante cuando las cosas iban mal, al empeño en estropearlo todo cuando lograban salir del agujero.

Hay hermandades en las que después de una época más o menos convulsa, cuando empiezan a vivir una etapa de serena normalidad,  parece como si  algunos hermanos se aburrieran de esa normalidad y deciden enredar para volver a poner todo patas arriba. Profesionales de la intriga que se mueven a sus anchas en zonas pantanosas, con independencia de las excusas, reales o inventadas, que pudieran justificar una cierta inquietud. Digo excusas,  no motivos, porque ninguna situación justifica sembrar cizaña.

En el fondo de esas  actitudes hay una dosis considerable de  inseguridad y  frivolidad, de falta de fundamento, de utilización de las hermandades como juguetes para tratar de compensar frustraciones personales. Sus protagonistas terminan cayendo en el  populismo, apoyados  en planteamientos emocionales,  con propuestas simples y efectistas,  dirigidas más al corazón que a la cabeza, que anulan a la persona frente a la masa. Su objetivo primordial no es trabajar por la hermandad, sino conseguir “el poder” -o lo que ellos entienden por poder-, instalarse en él y conservarlo a cualquier precio.

Así,  a partir de un pretendido liderazgo  carismático, comienzan realizando un análisis de la situación parcial, superficial y sesgado, para proponer a continuación grandes lemas, trufados de populismo: “una  hermandad abierta a todos; unida; devolver la hermandad a los hermanos; transparencia; etc.”.  A continuación proponen una serie de actividades, deslavazadas y oportunistas, que atienden a lo accesorio –música, capataces,  estrenos, capeas y paellas…-, no al fondo; pero que halagan a las bases.

Son planteamientos dialécticos que tratan de  oponerse o superar –dicen- la situación  anterior, dentro del más puro adanismo. Su ámbito de referencia lo delimitan  la cruz de guía, por delante, y la banda de música por detrás; su horizonte  temporal es la Cuaresma; su tema, horarios,  cotilleos electorales y destrozar a quien se les ponga por delante. Caridad, fraternidad, perdón, justicia, prudencia, son conceptos que les resultan extraños.

Esta dinámica genera tal tensión que al cabo de un tiempo el sistema el sistema estalla y salta por los aires. Y vuelta a empezar,  si los hermanos no reaccionan antes frente a esos personajes,  o los hacen reaccionar por la fuerza de las normas, invitándoles a que se vayan a compensar sus frustraciones  a otro sitio. Hay partidos políticos en los que harían un buen papel.

A lo mejor he sido excesivamente rotundo en mis comentarios; pero hay temas que conviene cortar de raíz, si no queremos que todo se infecte.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *