Economicismo y Hermandades

P.- Hace unos días escuché en un debate supuestamente cofrade a un “sociólogo progresista”, así se definía, manteniendo que las hermandades son organizaciones mercantiles capitalistas que explotan el sentimiento de la religiosidad popular y tienen montado un negocio de organización de coreografías religiosas y cabalgatas procesionales, con la coartada de la religión y la acción social. Así generan recursos por vía de cuotas, donativos y subvenciones, replicando  el modelo capitalista y contribuyendo a su mantenimiento.

No se pueden decir más disparates juntos. Me gustaría su opinión sobre este tema, para poder argumentar con rigor.

R.- Es imposible entender las hermandades sin fe, considerándolas organizaciones con fines exclusivamente humanos; pero  aún desde esa perspectiva así hay que ser rigurosos en los planteamientos. Ese análisis no deja de  ser una provocación presentada con un ropaje supuestamente científico.

Vaya por delante que la economía  no es una ciencia puramente empírica, aséptica, objetiva, es la aplicación en este ámbito de determinados modelos de pensamiento. Al hablar de hermandades se podría pensar que todas son homogéneas, en tanto son asociaciones públicas de fieles de la Iglesia Católica con unos fines comunes; pero también ellas generan y asumen  diversos modelos económicos, en función del modelo de pensamiento que las sostiene, que influye en su gestión e incluso pueden dificultar el cumplimiento de sus fines.

Asumiendo los riesgos de la simplificación podríamos distinguir tres grandes grupos de culturas en la gestión de las hermandades: centradas en el poder; centradas en el éxito; centradas en la persona. Modelos culturales que generan modelos de hermandad distintos.

Cuando el ejercicio del poder se concibe como un fin en sí mismo, no como servicio, necesariamente se han de adoptar modelos de gestión asamblearios para legitimar el ejercicio del mismo. Fines y proyectos son  sometidos permanentemente a la asamblea a la que se traslada -aparentemente- la capacidad de decisión, convirtiéndose la Junta de Gobierno en ejecutor de los mandatos de la asamblea, garantizándose así  la permanencia en el poder.  Pero las cuestiones relativas a la naturaleza de la persona no son susceptibles de  establecerse por votación; tampoco la doctrina de la Iglesia; ni  la caridad reducida a acción social horizontal; ni  los cultos considerados como un fin en sí mismos, sin dimensión trascedente. Este modelo de gestión infecta a la hermandad de un estilo populista que termina alejándola de sus fines.

Hay otro planteamiento centrado en la consecución del éxito, entendido éste en términos cuantificables: número de hermanos; espectacularidad en los altares de culto; estrenos y aumento del patrimonio. Todo eso conduce a un modelo  keynesiano de hermandad: aumento del gasto, endeudamiento, riego de ayudas, a veces con poco criterio.  Se crea la falsa percepción de que gastando más y endeudándonos más nos hacemos más ricos e importantes porque creamos demanda, más hermanos, y además aumentamos el patrimonio. Pero ni la economía, ni la hermandad,  crecen por el  aumento de la demanda, sino por la calidad de la oferta, en nuestro caso los medios puestos a disposición de los hermanos  para su  perfeccionamiento cristiano.  

Este planteamiento ahonda en el consumismo y provoca en la hermandad una inflación que suele terminar en crisis.

Pero hay otro modelo de gestión, asimilable al modelo económico propuesto por la Escuela Austríaca, que se centra en la persona, en nuestro caso en la antropología cristiana.  Que no se apoya sólo en cuestiones de eficiencia o utilidad sino  que se articula en torno a la reflexión moral, sin caer en la tentación de atender  más a la perfección del trabajo y su productividad  que a la perfección de quien lo ejecuta.

El hombre, con su trabajo en la hermandad, no sólo transforma las cosas y la sociedad, sino que se transforma a sí. Cuando el trabajo humano se realiza plenamente, en su dimensión terrena y trascendente, se convierte en medio eficacísimo para desarrollar la persona. En las hermandades más.

Ya ve: tres modelos de pensamiento, tres modelos de gestión, tres modelos de hermandad. Se puede someter a las hermandades a análisis tomando como referencia los modelos económicos que asumen, de forma más o menos consciente; pero con rigor, sin dejarse infectar por modas ideológicas introducidas subrepticiamente.

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