Madurez en las juntas de gobierno

P.¿No le parece que falta mucha madurez en las Juntas de Gobierno?

R.– Pues la verdad es que discrepo de la forma en que plantea su pregunta. Hecha además de forma tajante y  sin matizaciones.

En primer lugar la madurez, o inmadurez, no radica en la Junta de Gobierno, sino en  las personas que la integran. En segundo lugar no se puede generalizar. Puede que en alguna Junta haya alguien más inmaduro, como en cualquier otra organización, sea una   empresa, un  hospital, un  cuartel o un convento; pero de ahí a afirmar  que las Juntas de Gobierno están integradas por personas inmaduras me parece que hay una gran distancia e injusticia.

Tampoco sabría concretar cuáles son las notas  que definen a una persona madura. Lo que sí me atrevo a señalar son algunos rasgos comunes de las personas que calificamos maduras, y de sus contrarios: los inmaduros. A partir de ahí usted establece su propia valoración de las Juntas de Gobierno que conozca:

-La persona madura es perseverante, marca sus objetivos y se empeña en ellos superando las dificultades que le sobrevienen. El inmaduro no es capaz de autoexigirse. En el primer repecho de la vida abandona.

-La persona madura se reconoce limitada, conoce y acepta que no posee una serie de capacidades y busca complementar esas carencias. El inmaduro hace gala de suficiencia, desprecia lo que no conoce.

-La persona madura es sencilla, no tiene problema en mostrarse tal cual es, con sus limitaciones y sus puntos fuertes. El inmaduro necesita aparentar, adornar su fachada, aunque dentro no haya nada.

-La persona madura  está permanentemente centrada en los demás, y eso es lo que la hace crecer. El inmaduro se agota centrado en sí mismo, consumiéndose en sus propias limitaciones, sin nada que ofrecer.

-La persona madura es serena, apacible, se esfuerza en no perder la calma ante las dificultades, sabe valorar las cosas en su justa medida. El inmaduro vive en un activismo permanente con el que trata de ocultar su inconsistencia.

-La persona madura sabe que la imagen surge de dentro hacia fuera, aquello tan viejo de “aunque la mona se vista de seda…”. El inmaduro, en perpetua adolescencia, necesita crear su imagen desde fuera, disfrazándose con los atributos externos que, supuestamente, le van a dotar de una determinada imagen pública.

-La persona madura tiene referencias, una serie de valores que arman un modelo conceptual que le sirve de criterio. El inmaduro es esclavo de la última moda cultural, carece de referencias y se mueve en un relativismo empobrecedor.

-La persona madura cultiva la fortaleza, cualidad que le ayuda a resistir en los momentos duros y a acometer cuando es necesario, aunque no resulte cómodo. El inmaduro, amarrado por su debilidad se moverá a merced del viento, buscando siempre la postura que ofrezca la menor resistencia.

A todo eso hay que sumar lealtad, confianza, apoyo, cariño,… y muchas más cosas.

Hay más; pero ahí tiene las pistas esenciales para valorar la madurez del equipo que gobierna una Hermandad. Aunque muy posiblemente nos equivocaremos, porque nuestra apreciación siempre estará teñida de subjetivismo. Por si acaso no sería mala cosa empezar preguntando a los demás cómo nos ven a nosotros.

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