BAJO CONTINUO

Una de las características de la música barroca es la utilización del  bajo continuo, un tipo de acompañamiento ininterrumpido sobre el que se va superponiendo la obra musical. Da unidad y armonía al conjunto de la composición. Hay incluso quien opina que el compositor escribía sólo los acordes del bajo continuo y sobre él los intérpretes iban construyendo sus melodías.


Las hermandades también construyen su biografía  sobre un bajo continuo, constante, al que a lo largo de la historia se han ido superponiendo distintas melodías que van poniendo  el acento en distintos aspectos, pero sin perder la unidad. Esa variedad dentro de la unidad es una de las causas que han hecho que perduren en el tiempo, adaptándose a las distintas circunstancias sociales.

No es bueno ser adanista, creer que la historia empieza con uno mismo. La historia, también la de las hermandades, no es  una sucesión de momentos, porque en todos ellos permanece  la hermandad  y les da unidad, construyendo un relato que permite a la hermandad y a quienes la gobiernan poseer su pasado y construir su futuro, tener una historia personal e intervenir en la historia humana. Desde  su libertad, su esfuerzo,  su trabajo y su responsabilidad, las juntas de gobierno han ido creando  ámbitos culturales, modelos de hermandad,  que dan una peculiar trascendencia a la historia de su hermandad.  

Rebuscando he encontrado algunos títulos que, en su conjunto,  proporcionan muchas claves sobre este tema.

En esa selección es inevitable  “Glorias religiosas de Sevilla” (1882) de José Bermejo. Una monumental obra en la que el autor ofrece una breve relación histórica de  todas las hermandades de la época. La primera parte: “Las Cofradías consideradas en general” presenta un análisis de primera mano del papel de las hermandades en la sociedad de la época.

No hace mucho se publicó una antología de textos  de Chaves Nogales sobre nuestra Semana Santa bajo el título de  “Semana  Santa en Sevilla”(2013). Están escritos en los años veinte y treinta del siglo pasado, especialmente complicados. Su definición del misticismo sevillano «como  una mezcla de religiosidad fundamental e irreverencias formales» es tremendamente sugestiva.  

De la obra de Joaquín Romero Murube es difícil escoger un título, aunque  señalaría su  “Pregón de la Semana Santa” (1944) y su ponencia  “Último discurso de las Cofradías” (1961). En estos trabajos incorpora a la ciudad de  Sevilla  como protagonista de una   Semana Santa hecha a su medida.

La “Historia de la Semana Santa de Sevilla” (2011), de Álvaro  Pastor, Francisco  Robles y Manuel J. Roldán también encierra muchas claves interpretativas.

En  la lectura atenta de estos textos es posible descubrir el «bajo continuo» de las hermandades. También  las melodías que se le han ido incorporando cada época.

Ese bajo continuo hace referencia a su misión como asociaciones de fieles que tienen como finalidad el perfeccionamiento cristiano de sus miembros.

La melodía varía: en la Contrarreforma primó la función catequética; en épocas en las que las corrientes filosóficas impusieron un racionalismo empobrecedor fueron refugio de una religiosidad sencilla; también soporte del nacionalcatolicismo; replegadas sobre sí mismas primando lo accesorio, …

¿Y ahora? Ahora la melodía que se ha de imponer en las hermandades es ser  Iglesia en salida hacia las periferias ¿Qué quiere decir eso? Formarse y da formación primero a los hermanos y luego al entorno social para la recristianización de la sociedad.

Ese es el bajo continuo que han tenido siempre, no perderlo en la melodía porque terminaremos rapeando.

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